"EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA”,
Nota: EL CORONEL ES UN SUFRIDO MIEMBRO DE
LA COMISIÓN DE DONANTES
PRO-VIRGEN SANTA MARÍA DE ESCALADA
Soy un veterano de la Guerra de los "Casi Dos Mil Días" con el clero, que malvive en un pueblo de la provincia de León, junto a otros vecinos, fieles abandonados de la mano de un dios que predican caritativo los que se llaman a sí mismos sus ministros.
Durante más de cinco años bajo cada viernes a revisar mi buzón de correos, con la esperanza de recibir una confirmación con “respuesta favorable”, como si fuera a modo de pensión de veterano de la citada guerra, que parece ser la de nunca acabar.
Vivo a duras penas, sin ninguna fuente de ingresos, y mi única esperanza de ganancia es “un gallo de pelea”, heredado de nuestros antepasados, que he estado criando en mi casa durante varios meses, con la intención de hacerlo pelear con victoria muy pronto, y obtener un beneficio de las apuestas. Un gallo de pelea que nació talmente de una Utopía; y que hoy es una hermosa realidad.
Cada día discuto con mi esposa sobre la conveniencia de invertir los pocos ahorros restantes en la compra de maíz para alimentar al gallo de pelea.
El último abogado que me atiende hace unos días me aconsejó escribir una carta al gobierno demandando nuevamente la respuesta y el premio. Justo ese día se acabó el maíz para la cría del gallo, y he comenzado a alimentarlo con habichuelas viejas.
Mi esposa me argumentó que debería vender un viejo reloj - que tengo de una herencia - a Álvaro, el sastre del pueblo. De camino a la sastrería, me encontré con varios compañeros de mi hijo Agustín, a quienes ofrecí regalarles el gallo. Pero, en cambio, estos no lo han aceptado, y se han ofrecido a alimentarlo hasta llegar a las próximas peleas.
Mi compadre Don Sabas, me ha sugerido que si le vendiera el gallo a él quizás él podría revenderlo fácilmente por unos buenos euros. Y casi estaba decidido, tras descubrir que mi esposa había tenido que empeñar sus alianzas de boda, y acepté vender el gallo a don Sabas; aunque éste me ha respondido que tiene un cliente que está dispuesto a comprárselo, pero por menos de la mitad de lo que pensaba. Y eso me ha provocado sospechas.
He consultado con el médico, que me aconseja que no se lo venda, pues Don Sabas lo vendería posteriormente por el doble, con sus pingües beneficios a mi costa.
Don Sabas está ahora de viaje, y cerraríamos el trato al volver. Y eso me salva.
El viernes, como de costumbre, acudí al lugar donde entrenan los gallos de pelea. Al ir a recogerlo, descubrí cómo el emocionado público ovacionaba al gallo, y en medio de una gran confusión y motivación, me llevé al gallo a mi casa, decidiendo que no lo vendería.
Al llegar a casa, discutí fuertemente con mi esposa, que me reprochó la total carencia de dinero, y mi empeño en este idealismo. La conversación con mi esposa terminó con “la célebre escena final en la que una esposa pregunta a un coronel por la posibilidad de que el gallo pierda: "Dime, ¿qué comemos?". A lo que el coronel, liberado, se arma de valor y le responde: "Mierda".
Este es el motivo por el que me apodan “El Coronel”.
Esta, sin más detalles, es una historia inspirada en hechos reales. Tengo enviados muchos escritos, PIDIENDO mi pensión (“un premio para todos”), sin recibir respuesta.
El asunto es el siguiente: “La colocación de una réplica de la imagen de la Virgen María en San Miguel de Escalada”.
“EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA”,
de Gabriel García Márquez
Nota: EL CORONEL ES UN SUFRIDO MIEMBRO DE
LA COMISIÓN DE DONANTES PRO-VIRGEN
SANTA MARÍA DE ESCALADA.
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