martes, 28 de enero de 2025

Futurible: un futuro posible

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Primera parte: MONASTERIO: "donde habita un hombre en soledad"


Don Jesús García Recio, sacerdote, nacido en Aleje, impartió en el Museo de León una conferencia a propósito de nuestro monasterio, el miércoles 21 de noviembre de 2012, titulada “Orígenes del monacato en el Oriente Bíblico”.

Habló, entonces, del monasterio como lugar apropiado:

PARA LA ATENCIÓN A DIOS,  PARA EL RETIRO;  Y PARA LA VIDA CONTEMPLATIVA CONSAGRADA.

Estas fueron las tres patas de la sabrosa, exquisita charla que nos dio hoy Don Jesús García Recio. Y todo más allá del sentido religioso (de religión corta y acotada), que algunas veces estamos acostumbrados a escuchar. Todo, más bien, en el sentido de lo espiritual e íntimamente humano, como animales históricos que somos. Y todo ello rebuscando en textos, narraciones, y etimologías profundas... de la cultura de Mesopotamia. Como ya lo había contado la monja leonesa Egeria...(Egeria, también llamada Eteria, Ætheria o Etheria, e incluso Arteria o Geria, o Silvia) fue una viajera y escritora hispana, del siglo IV, del Bierzo actual, por más señas).

Hablando de «El retiro», Don Jesús decía cosas como estas (cogidas en apuntes):

«El lugar ideal para reconocer y vivir todo esto anterior es el campo, la naturaleza. Y los monasterios, normalmente, están en el campo».

«El último rey de Babilonia, antes de Ciro, llamado Nabonid (1), decidió «encontrarse con Dios» a los 65 años. Siendo un rey poderoso, decidió ponerse en manos de Dios, haciéndose una simple criatura. Dios le llamó».

«El rey fue «vocado» para el servicio divino. De ahí viene la vocación. Pasa de rey a monje, dispuesto a la voluntad de Dios. Dispuesto a reformar; a reformarse a sí mismo, y luego reformar su reinado».

*****

A partir de ese recuerdo, le hemos pedido a D. Jesús que nos cuente esa historia. Él, muy generoso, nos ha mandado esto:

El retiro del último rey de Babilonia

El último monarca de Babilonia, de nombre Nabonid (1), no era de estirpe regia. Fue hijo único de Nabu-balatsu-iqbi y de Adad-gupi, que vivió 101 o 102 años. Parece que la madre era natural de Harrán, al norte del actual Iraq, mientras que el padre quizá fuera babilonio. Nabonid debió de nacer hacia el 620 a.C. en Babilonia, donde su madre le abrió camino, hasta introducirlo en la corte de Nabucodonosor II y de Neriglisar. Allí adquirió una buena instrucción, también en el arte de escriba, y desempeñó un cargo importante.

La subida al trono, a los 65 años, fue, en gran medida, obra de la habilidad de su madre y del apoyo de familias nobles del reino. Lo proclamaron rey en la región de Nipur, en el mes de mayo del año 556 a.C., y fue aceptado como tal en Babilonia en el mes de junio. Permaneció en la capital del imperio hasta mayo del 552 a.C., fecha del comienzo de su retiro.

Su hijo, Belsazar, quedó, entonces, al frente del gobierno aguardando el regreso de su padre, que se produjo el año 543 a.C. Poco después, el 539 a.C., las tropas de Ciro entraron en Babilona. Nabonid fue capturado, y se le permitió exiliarse en Carmania, donde quizá esperó el final de su vida.

Espiritualidad del monarca

El nombre propio del rey, que significa «El dios Nabú sea exaltado» (Nabû-nāʾid, en acadio), tenía algo de programa de vida. Por sus inscripciones, consta que se entendía «creado» por Dios, adoptado como «hijo» suyo y llamado a las tareas de gobierno. A lo que él respondió decididamente con su: «Aquí estoy yo, rey grato a tu corazón».

Una vez en el cargo, lo transformó en servicio divino. Comenzó reedificando templos, restaurando imágenes y reorganizando la liturgia. Todo ello motivado por el rezo “diario” y por la clara conciencia de que Dios había «aguardado» su llegada para llevarlo a término.

Ahora bien, fue sincero al confesarle que «desconocía» cuanto Él había «encomendado en sus manos». Pero que, en todo caso, estaba dispuesto a cumplir su voluntad. Como así lo hizo, consagrando a su hija En-nigaldi-Nanna como sacerdotisa, cuando Dios se lo pidió.

En la piedad de Nabonid debió de influir notablemente su madre, cuya devoción queda a las claras en un texto que se le atribuye: «Yo he sido reverente de los dioses durante toda mi vida. Les he ofrecido noche y día a lo largo de meses y años cuanto de bueno me habían regalado ... Con súplicas y oraciones me encuentro postrada ante ellos».

La religiosidad del hijo se lee en una de sus inscripciones:

«El de manos cuidadosas, que a diario tiene puesto su entendimiento en el temor de los dioses. De corazón temeroso, muy atento a la palabra de los dioses. Humilde, modesto,  y él emprendió el camino de tierras lejanas. Las fuerzas de Acad se alzaron en pie con él y puso sus ojos en Teima, en el interior de Amurru».

Fijó su residencia (šubtam ramûm) en el oasis de Teima, después de haber conquistado la región: «En cuanto a él, fijó su residencia en Teima. Las fuerzas de Acad [estaban con él.] Embelleció la ciudad y construyó [su palacio] como el palacio de Babilonia».

Teima estaba bien comunicada con Babilonia por una vía caravanera que atravesaba el desierto de Nafud. Y allí parece que Nabonid siguió despachando algunos asuntos propios de su cargo. Mientras que en Babilonia los años seguían contándose a su nombre, a pesar de que no se celebrara la fiesta akitu del Año Nuevo durante su ausencia.

- Experiencia religiosa

De lo poco que sabemos por las fuentes conservadas, y a la espera de nuevos textos, parece que Nabonid accedió a una comunicación con el dios lunar a través de sueños o visiones. Y así lo expuso, a su regreso, en los círculos académicos de la escuela de escribas de Babilonia.

Durante el retiro, se le había concedido el acceso a un saber que no era el del arte de la escritura o el de las ciencias del tiempo, sino el conocimiento (wadûm) del secreto divino (niṣirtum):

«Se puso en pie en la asamblea y se alabó a sí mismo: «Soy sabio, entendido. He visto lo oculto. Desconozco la impresión del cálamo de la tablilla, pero he visto los secretos (divinos). El dios Ilteri me ha hecho ver en sueños, me ha dado a conocer todo. Me encontraba sobrepasando en todo tipo de sabiduría a la obra Uskar-Anum-Enlilla, que compusiera Adapa».

Nabonid aclaraba a su vuelta del exilio que el saber (nēmequm) adquirido era de otro orden. Que estaba muy por encima de los saberes civilizadores que se ocupan de las realidades del hombre y de su mundo, introducidos y dados a conocer a la humanidad por el sabio antediluviano Adapa.

- Vuelta del retiro

El camino de regreso, lo abrió otra orden del dios Nannar/Sin. El dios tenía fijado el día de abandono del retiro, coincidente con la fecha del Año Nuevo de Sin en Harrán:

«A los diez años llegó el tiempo fijado, se cumplieron los días que había establecido Nanna, soberano de los dioses. El decimoséptimo día del mes Tasritu, día en el que Sin es propicio, fue su interpretación ominal… En abundancia, plenitud y prosperidad conduje a mi pueblo de tierras lejanas y tomé en paz el camino de mi país».

Teima fue testigo de la intensa experiencia mística del último rey de Babilonia, el imperio de la época. Al apartamiento en el desierto arábigo, le fue paulatinamente llevando la maduración de su profunda experiencia de Dios, bien encauzada desde la infancia, el temeroso, ora regularmente a los dioses y diosas. Quien agarra el manto de los dioses, para no pecar, (y) busca la vida de continuo. El que guarda la palabra de los dioses con corazón temeroso. El que reza a los grandes dioses, para no separarse de sus disposiciones».

El retiro en Teima

El retiro de Nabonid en el oasis de Teima, en el interior de Arabia, se prolongó de mayo del 552 a.C. a octubre del 543 a.C., unos diez años. Allí se estableció al término de una larga campaña que le había llevado por Siria y Transjordania, hasta adentrarse en el corazón de la península arábiga.

- Razones

Se barajan diversas posibilidades: motivos políticos, económicos, estratégicos o religiosos. Teima no era un lugar desconocido. Se sabe de la existencia de relaciones comerciales entre esa región y Asiria en el siglo VII a.C., y la ciudad aparece, junto a una lista de nómadas, en una inscripción de Tiglat-pileser III (744-727 a.C.). La región fue objeto de posteriores intervenciones de Asurbanipal (668-627 a.C.) y Nabucodonosor II (604-562 a.C.).

Por consiguiente, la campaña de Nabonid respondía al interés tradicional asirio y babilonio de controlar una zona estratégica del comercio caravanero de Arabia con Mesopotamia y Transjordania.

Ahora bien, motivos de orden religioso parecen estar como trasfondo de una larga permanencia en Teima, inexplicable por las solas razones estratégicas, una vez dominada la zona.

Cuenta el rey en una de sus inscripciones, que fue el dios Sin quien le ordenó alejarse (reqûm) de su ciudad de Babilonia, y enderezar el camino del desierto: «... En cuanto a mí, hizo que me alejara de mi ciudad de Babilonia, y (que tomara) el camino de Teima...»

En otro párrafo de sus textos, expone en primera persona su desacuerdo con las prácticas religiosas de su reino y la insufrible apostasía de su tiempo:

«Los ciudadanos de Babilonia, Borsipa, Nipur, Ur, Uruk y Larsa, los gobernadores y las gentes de los lugares de culto de Acad ofendieron su gran divinidad, obraron malvadamente, cometieron pecados, no supieron del grandísimo furor de Nannar, soberano de los dioses, olvidaron sus ritos… Entonces, yo me alejé de mi ciudad de Babilonia y me apresuré a ir a Teima, Dadanu, Padaku, Hibra, Yadihu y hasta Yatribu. Entre ellas anduve a lo largo de diez años sin entrar en mi ciudad de Babilonia».

- Disposiciones para el retiro

El rey se desligó (paṭārum) de su cargo y obligaciones, confió el gobierno y el ejército en manos de su hijo Belsazar y puso sus ojos (īnum šakānum) en Teima: «Al comienzo del tercer año, (Nabonid) confió el campamento militar a su primogénito. Le transfirió el ejército de todas las regiones. Se desligó, confió la realeza en sus manos  temple espiritual de las luchas por la reforma religiosa en la que se empleó durante los años de reinado, y el vivo deseo de encontrarse con el dios que le invitaba a recogerse en el Retiro del Mundo.

Veinte siglos después de Nabonid, otro monarca tomó el camino del recogimiento que centra en Dios. El recuerdo de este segundo memorable retiro se lee junto al escudo con el águila bicéfala, el collar de la Orden del Toisón de Oro y las columnas de Hércules, que mandó grabar Felipe II: «En esta santa casa de San Hierónimo de Yuste se retiró a acabar su vida el que toda la gastó en defensa de la fe y en conservación de la Justicia, Carlos V, emperador de las Españas, cristianísimo, invictísimo. Murió a 21 de Septiembre de 1558».

***


Gracias, Don Jesús. Sería bueno poder seguir leyendo y escuchando sus conocimientos sobre el monacato, los monasterios – templos de la íntima religiosidad – y hasta recuperar nuestro templo de Escalada como un verdadero «monasterio», donde buscar a Dios en soledad. Para luego compartirlo.

(Publicado en la Revista de Poesía y Artes, "Encuentros en Scalada", año II, 2021, número 2)


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SEGUNDA PARTE: "CONSTRUIR, HABITAR, PENSAR"


Un templo - y un monasterio - nos puede haber sido dado "construido", gracias a nuestros antepasados, que añadieron la realidad física a su utopía personal, religiosa, mística y poética; que aún hoy nos invade de Belleza al contemplarlo.

Pero un Monasterio verdadero, "donde buscar a Dios en soledad", es absolutamente necesario que esté habitado, lleno de vida íntima, capaz de derramarse a los demás, y al universo entero de cuerpos y de almas. Y mucho más necesario en estos tiempos de banalidad que nos atenaza.

El paso que nos permita conseguir ahora nuestras utopías (personales y de grupo) está dependiendo del "PENSAR". De lo que es el pensamiento humano a través de la historia, sus frutos en el conocimiento y la cultura, y sus inevitables aspiraciones de lo místico, por escondido, y de futuro en ascensión a lo divino.

Tenemos un sueño compartido, que es una utopía preñada de realidad posible, si trabajamos en la buena dirección conjuntamente.  Aunque seamos ermitaños a menudo, tenemos que saber que somos espíritus encerrados en cuevas; es decir: "anacoretas", "hombres en soledad mirando hacia arriba". Porque el cielo sigue estando arriba. Aunque se construye, se habita y se piensa aquí abajo. 

Hay poetas amigos que lo han dicho - y lo siguen diciendo- en "nuestro cielo en Escalada.  Porque nuestro Priorato es más que un templo y un Monasrterio. Y queremos que sigan resonando sus voces, aquí "per omnia secula seculorum". 


CONSTUIR, HABITAR, PENSAR...

     

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