*El Credo de Generoso*

  *El Credo de Generoso*




Generoso y el cura Don Ignacio andaban a la gresca de continuo. Generoso era el sacristán, pero a tiempos parciales. Porque él dejaba bien claro los momentos en que prestaba su labor: ayudar al cura a colocar el alba y el cíngulo, rellenar las vinageras , tocar la tercera desde el coro, y quedarse allí para replicar a voces destempladas el credo de Don Ignacio.
Llegado ese momento, Generoso estaba parapetado detrás del facistol, que le sacaba una cabeza, y carraspeaba un poco para luego entrar en el diálogo con el oficiante del altar. La primera frase del Credo era para don Ignacio, solemne y alto, como su voz, que llenaba de golpe toda la iglesia, hasta las bóvedas: “CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO…”, y miraba hacia el coro con unos puntos suspensivos que le llegaban al expectante sacristán, y este respondía con una misma pretensión de solemnidad: “CRIADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA…”
Don Ignacio se subía los anteojos, y se los colocaba en su generosa frente que avanzaba a pasos agigantados por su calva. Y con ojos airados y cargados de disgusto y de amenaza, gritaba al sacristán:
- ¡Generoso, baja ahora mismo para acá. Te tengo dicho una y mil veces que has de responder que Dios es CREADOR. ¿No te entra en la mollera?
Bajaba Generoso reburdiando, entre las risas de la gente, y alguna jaculatoria de las beatas; y se disponía a recibir la regañina del cura, una vez más. Y esta vez la excomunión. Porque así se lo temía. Y así sucedió. “Hoy no te voy a dar la hostia sagrada, Generoso, porque la Santa Madre Iglesia me puede excomulgar a mi contigo, ya lo sabes. Y al final de la Misa te espero en el confesionario”.
- Sí, Don Ignacio. Amén. Haga usted lo que crea oportuno. Yo haré lo que usted bien dice. Y luego me bendiga – aceptaba sumiso el sacristán.
Visto lo oído, la Misa seguía sin el Credo. Porque, según el cura, “más vale silenciar una parte que cantar más herejías desde el coro”. Por si las moscas.
Finalizada la ceremonia, volvía la falta de entendimiento en el confesionario. Generoso se arrodillaba, sumiso, en el lado derecho del armario y esperaba silencioso.
-Vamos a ver, Generoso. Te tengo dicho una y mil veces que debes saludar con “Ave María Purísima”, y yo te recibiré con “Sin pecado concebida”… ¿Lo tienes claro, o también es un asunto de discrepancia? Porque si es así, “apaga y vámonos, querido”…
- No se me ponga así de suspicaz, pater. Es que hay cosas que se me olvidan porque no caben en mi mollera. Le pido perdón.
- El perdón se lo has de pedir a Dios, y a su Madre inmaculada; pero con propósito de enmienda. Si no es así, estás perdiendo el tiempo; y me lo haces perder a mí. ¿Entendido? Pero, mira: esta vez te voy a dejar que me argumentes tus dos negaciones a los dogmas de la Iglesia. Así que esfuérzate, y dame tus razones.
- ¿Por dónde quiere usted que empiece?
- ¡Caramba! Por el principio… Dios Santo, dame paciencia con este hereje . - añadía el cura.
- Comenzaré por el principio, sí. Para mí que Dios es “criador”. No me entra en la mollera que se pueda “crear algo de la nada”, por muy dios que se sea. Se cría una planta o un animal, engendrando un individuo o una cosa de su misma especie. Se le nutre, se le alimenta, se le dirige, se le instruye, se le educa, se le da ocasión y motivo para algo repetido y similar. Para mí lo que único posible es “procrear” en todos los esos sentidos . Y mire usted: tan sólo creo que un día voy a “criar malvas” en el cementerio, y mi cuerpo podrido servirá de abono y alimento para esas flores malvas.
-Calla, calla, Satanás – le interrumpió el confesor – Te suspendo “a humanis” de todas tus funciones de sacristán. Hasta que recapacites. Y no te absuelvo. Puedes marchar…
- Disculpe usted, pater. Sólo he podido confesar lo que yo siento, y no lo que ustedes quieren oírme, y que confiese. Y sea como su religión lo dice. Amén . - Y el sacristán se levantó.
Generoso se había quedado con el segundo argumento herético para la Iglesia de Don Ignacio entre los labios, y salió del templo a toda prisa, recitando para sus adentros:
- “ Y dicen que La Virgen parió por un dedo. Será verdad, pero yo no lo creo”.
*
Hay cuestiones de fe que se postulan, y se imponen, como dogmas. Y no sería necesario. Lo que se precisa en toda convivencia humana, social, y religiosa basta que se sustente en el amor. Y con eso ya podríamos confiar en la esperanza. Y en las obras. Porque sólo ellas, las obras , son amores; y no las buenas razones.
(del Credo de Generoso)
Cuando un dogma excluye a la duda, mata a la verdadera religión. Pues esta es la respuesta a la duda. O debe ser.

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