"Subiectis periculis"

 "Subiectis periculis" (traducir de oído)

Cayo Julio César vivió entre los años 140 y 85 a. de C. Fue, principalmente, un militar, capitán del ejercito romano; pero ya se sabe que los romanos lo mezclaban todo, hablando del poder, y el bueno de Cayo fue pretor, político, senador... Aspiraba, aspiraba.
Hasta que un día, de repente, con 55 años, se murió (dejó de respirar) mientras se estaba calzando las botas.
Antes de eso había tenido tiempo, entre otras cosas, de tener un hijo: Julio César (sin Cayo), que fue luego Dictador en Roma. Y dejó la semilla para que su sobrino nieto César Augusto (27 a.C.-14 d.C.) llegara a ser Emperador Augusto. Sus descendientes sucesores sí llegaron a "ponerse las botas".
En sus primeros años de militar hizo otras cosas. Por ejemplo, se convirtió en corresponsal de la Guerra de las Galias ("De bello gallico"), y en sus crónicas se presentó como historiador de si mismo - aunque no dejaría de contar con algún "negro) (africano a
buen seguro) que le hiciera los relatos en tercera persona -. Eso era, y es, una buena manera de contar las historia como a uno le interese (incluso las historias más menudas)...
"Be Bello gallico" ha dado mucho de sí (y de no). Llegó a interesar mucho a un galo, siglos más tarde: un tal Napoleón, que comentó las crónicas de Cayo; y creo que hasta en nuestros días otros franceses de tebeo (Asterix y Obelix) se han inspirado en ellas.
A mi - a mi generación quiero decir - también nos ha tocado su influencia, aunque de otros modos. Algunos de provecho, y otros farragosos. Mas, hoy quiero traer en esta crónica una anécdota simpática, graciosa. Diría yo que de tebeo.
Tuvimos un profesor de latín que en los primeros cursos nos hacía trabajar con lo que él llamaba "latín chupado". Nos amenazaba con que más tarde vendrían los latines difíciles de Virgilio, de Horacio y de Ovidio. Y claro que vinieron.
Pues bien: traducíamos "De bello gallico". Algunos de corrido, porque había "elementos" muy despiertos en la clase; pero algunos otros "elementos" lo hacían de oído. De tebeo casi.
En una crónica de Cayo Julio que hablaba de ciertas escaramuzas de los galos que el ejército romano tenía que controlar, el cronista exclamaba (por boca del profesor): "subiectis periculis..." ¡González que te duermes!. ¿Qué quiere decir Julio César?"
Efectivamente, González estaba dormido. No estaba en la batalla. Y el profesor, dando un golpe con la regla en el pupitre, repetía enérgicamente: ¡SUBIECTIS PERICULIS!. Y González, sin cortarse ni un pelo, traducía: "Pues... ¡SÚBETE PERICLES!".
La clase entera era un clamor de carcajadas. Hasta de una risa del profesor que, sin poderlo remediar, nos mandaba a todos al recreo.
Las lecciones de Cayo Julio César nos ayudó - ahora que lo pienso- a superar peligros.

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