¡Eso no tiene ciencia!

 ¡Eso no tiene ciencia!

Esta frase la solíamos decir de niños, algunas veces en los juegos y en las bromas; y otras veces en las cosas más serias: en las veras.
Cuando alguno de los mayores proponía un nuevo juego, generalmente de ingenio (o de supuesto ingenio), los pequeños más despiertos (y atrevidos) solíamos aceptar los retos y nos sumábamos al juego con esa respuesta: ¡Bah, eso no tiene ciencia!
Pasados los años, llegaron los maestros, los profesores, los filósofos, los pensadores... a picar nuestra curiosidad (de niños, siempre); y llegaron (siguen llegando) las dudas, y los descubrimientos.
Por ejemplo, Don Miguel de Unamuno, que dice:
"La verdadera ciencia enseña, por encima de todo,
a dudar y a ser ignorante."
Algo así había dicho siglos atrás un tal Sócrates, ¿recuerdan?. O tal vez fue Platón quien dijo que su Maestro había dicho...
Bueno: ¡Eso no tiene ciencia!
La ciencia es la última parte de otra palabra un poco más larga: "conciencia". Y en este verbo está en realidad el verdadero intríngulis de casi todo lo humano, y definitivamente de su reconocida ignorancia.
¿Por qué vemos azul el cielo? ¿Es eso ciencia? ¿Es ignorancia asumida? ¿Es imaginación, es duda, es búsqueda... de algo desconocido?
Tengo dos teorías:


Teoría primera:
AZUL SERENIDAD:
"Azul serenidad, o la muerte de los seres queridos"
(Alfaguara)
Luis Mateo Díez se centra una vez más en la muerte de los seres queridos, pero con el objetivo de descubrir algo del sentido de sus vidas.
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La muerte ya no es blanca,
ni negra,
ni gris.
Ese túnel de luz que avanza hacia nosotros
desde niños,
tiene abierta su boca de salida.
Ya no es blanca la muerte
de mis sueños.
La negritud de los vestidos
de la abuela
se ha encharcado de colores
al paso de los años,
a pesar de su tremenda certidumbre.
Ya no es negra la muerte
de los míos...
porque ¡¡¡tantos se han ido!!!
La indiferencia del gris
de los amigos,
que también se han marchado,
- recordando...me
mi turno -,
se ha coloreado de objetiva agonía,
pero viva.
La muerte es azul,
"azul serenidad", como dice Mateo;
azul de mar tranquilo,
o de cielo invertido;
azul de vino viejo,
afrutado néctar
que nos ponen los dioses
al final del convite.
La muerte es "azul serenidad",
maldito trago divino,
que nos acompañará las ambrosías.
***


Teoría segunda:
mis sueños colorados

el cielo de mi niñez
era "más o menos de color rojo",
cuando, a la tarde,
se marchaba el sol gordo, y tibio, mirando a babia.
(para mi, babia no era un territorio físico , claro...
era un triángulo interior...
igual que dios
no era un ser, sino otro triángulo misterioso...).
el cielo era como el rubor de las mejillas
de las niñas,
jugando en la plazuela
al "truque" o a la "comba"...
o a estar enamoradas.
mi abuela lo pintaba,
- con las cuentas del rosario entre las manos -,
como el cuarto de la plancha de la virgen:
"mira, cariño: la virgen está planchando,
- me decía -
y se ha descuidado, por cantar a Jesús
la nana;
y las sábanas del cielo se le están "esturando".
mi cielo, a veces negro,
- como los charcos negros tras la más intensa tempestad
que siempre venía del oeste -
rompía el azabache
con jirones de añil,
oriental y fantástico.
y, a la mañana, unas lágrimas blancas
de rocío colgaban de las yerbas de los prados,
de las hojas de los fresnos, en el río,
y de los cables altos
de la luz,
adornados de cristalinas jícaras
y cuencos repletos de azufre amarillo.
mis sueños son ahora azules,
de azul serenidad;
pero a la tarde,
mientras espero a que pasen los trenes
- sin pararse -
de norte a sur,
se vuelven por un rato colorados:
"más o menos de color rojo",
como la sangre.
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Lo dicho: ¡Eso no tiene ciencia!



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