Estampas de Escalada

 Estampas de Escalada

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1.-

Érase una vez un "caballero del Rey"

(del siglo XIII al siglo XXI)
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Érase una vez un "caballero del Rey", llamado Martín. Por eso le apellidaban "Reyero".
Vivía cabe de Rueda, en una casa que fuera feudo de un Almirante del mismo Rey; y su hacienda, aunque escasa, le daba de sobra para vestir con la elegancia de un cortesano, para pasar días de solaz, sin hacer nada, y para bajar a la villa de Mansilla, en los días de feria, a comer en la fonda de Justina, la Píicara.
De Mansilla de las Mulas venía una tarde, acompañado de una dama, natural del pueblo ilustre de Valle de los Alisos, que hoy conocen los comarcanos como Valdealiso. Llegaron los dos contentos al Monasterio de San Miguel de Escalada, y decidieron rezar una salve a Nuestra Señora, que estaba por aquellos días expuesta en la capilla de San Gonzalo, que fue Panteón de los Abades, y tras muchos siglos: cementerio del común de los mortales de todo el pueblo.
Y aquí los tenemos: al caballero Martín; y a la dama, que sus padres pusieron en el bautismo María de los Ángeles del Cielo.


Estampas de Escalada
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2.-

Ir a misa en madreñas

(Foto preciosa de Manuel Martín, "Madreñas"/1960)
"La Luz es más importante que el tema"- dice el maestro.
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"Que cuando llueve, leré, calzo madreñas
suenan los clavos, al ir a misa, sobre las peñas,
sobre las peñas, al ir a misa, sobre las rocas,
que cuando llueve, leré, calzo galochas."
(Texto: adaptación a Escalada de la jota de Boñar)
La imagen se debe al uso temporal de la iglesia románica del Priorato como templo parroquial del pueblo, durante algunas obras en la ermita de San Antonio, en Valdabasta.
El Priorato ya había sido parroquia entre 1885 y la primera decena de 1900, hasta que en 1917 la ermita fue bendecida como parroquia del pueblo por Don Atanasio Reyero Arenes, párroco de Valle de Mansilla. El día 12 de septiembre de ese año 1917

Estampas de Escalada
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3.-


LA TÍA TECLA
Me encanta entrar en San Miguel, a las seis de la tarde, en este agosto caluroso, cuando vengo de Rueda por el camino del Sorribio. Atrás queda el Priorato, en su remanso de paz, en la ladera. Su silencio de siglos se rompe sólo con los gritos de un niño que juega a explorador, mientras sus padres miran el esplendor mozárabe. Se admiran los padres de las piedras, y el niño se admira de la selva que adivina en la vega, mientras se pierde en el bosque de la cuesta, gritando – qué valiente – para quitarse el miedo.
Vengo cansado. Pero este primer rincón del pueblo me conforta. A mi izquierda están los huertos, pequeños pero fecundos, que riega la vieja presa de La Reguera. A la derecha todo es tapial y adobe. Desde hace siglos el hombre de estas tierras le quitó a la cuesta un poco de su barro, y puso al lado del camino una sombra más cercana y más fresca.
El sol ya viene bajo, y en la calle se dibujan las casas de Delfina, de los Velasco, y de la tía Tecla. A intervalos, el sol cruza la calle polvorienta, por el portón de tablones y clavos, entreabierto. Al final de la curva está, en la puerta de la casa, el tío Joaquinillo. Como una estatua de Rodin, siempre inclinado sobre su cacha de avellano, pensativo. Entrecruza sus dedos como si estuviera rezando, y con sus manos prepara una almohada, sobre la que descansa su barbilla. Siempre que paso, en esta hora de la tarde, me lo encuentro así. Le doy las buenas tardes, sin esperar respuesta, y sigo mi camino. Sé que es inútil preguntarle otras cosas, porque hace años que el pobre vive ensimismado y silencioso. Pero me basta con verle cada tarde en su rincón, haciendo su guardia, y pensativo…
Hoy hace un calor de bochorno. Al pasar por la fuente de San Miguel no me puede refrescar, y vengo sudoroso y sediento. Pero no me importa. Sé que la tía Tecla me está aguardando, sentada en el poyo de su puerta. Y me guarda un frescor reposado en su botijo de barro blanco, decorado de azul. Tecla es menuda y vivaracha. Los años ya la tienen encorvada. Pero debajo de sus faldas grises, hasta el suelo, todavía revolotean, ligeras, sus negras alpargatas. Es buena Tecla. Limpia y diligente. Es habladora, parlanchina. Y hasta un poco meticona. Pero es buena Tecla. Tiene fama de muy ahorradora. "En la miseria hay que salir adelante con menos de lo que se tiene", me dice muchas veces. Las lenguas chismosas de este pueblo cuentan que Tecla, sin gallina, es capaz de sacar de los huevos que mete entre sus faldas, acurrucada, la mejor pollada…
Tecla me ofrece el bendito frescor de su botijo. Me siento un rato en el tronco donde hace la leña. Y yo le ofrezco mis historias, a cambio de las suyas… Y congeniamos.
Un día le dije: "Tecla: ¿me deja que la llame abuela?" Ella asintió con la cabeza. Fue el primer día que se quedó sin habla. Siempre tenía ella que decir, en todo, la última palabra.
Supe después, por los vecinos, que decía: "Demonio, el chico… Me dijo "abuela", y me puso un nudo en la garganta"....
(relato de A.G.F.)

Estampas de Escalada
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4.-

Un viaje al corazón
(© Alfredo García Fernández)
en la foto: campanario viejo, desaparecido en 1975.
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Hoy he vuelto a mi pueblo, – a mi pueblo entero -, después de muchos años. Y… ¡Dios, qué guapo es!
Cada año vengo por lo menos una vez, para tomarme un respiro de paz; para curarme esa manía de prisas y de malhumores de la gran ciudad; para ver y abrazar a mis padres, que se me van apagando en esta quietud, que ahora es su descanso. Alguna vez el dolor me prepara un viaje relámpago, y vengo con las mismas prisas de mi alocada vida para dar el adiós al tío o al amigo. Esta vez sólo tengo tiempo para ir a la iglesia, y desde el coro respirar el aire lleno de incienso y cera, por encima de las cabezas de la gente y de los amigos que, como yo, vienen a decirle adiós al fallecido. Camino del cementerio, el silencio respetuoso del principio se rompe en los corrillos, para decir las mismas fórmulas de siempre: "mira qué muerte tuvo, el pobre"; "me parece mentira: ayer mismo hablaba con él, y mira…"; para acabar rematando: "así es la vida"… El viaje de la vida se acabó para él, y a mí la vida me arranca otra vez del lado de los míos, y me lleva de nuevo lejos, a las prisas…
Pero hoy, he vuelto a mi pueblo entero, encerrado en la Casa de Concejo (a propósito: ¡qué "casa" tan magnífica tenemos, y qué poco la sabemos disfrutar!), gracias a la exposición de fotografías y documentos, que algunos de este pueblo – digo bien: ¡de este pueblo! – nos han querido preparar. ¡Gracias!
Lo he visto todo encerrado en estas fotos, antiguas y menos antiguas; cargadas de historias pequeñas, de anécdotas, de nostalgias…Y me bastó un paseo con mis ojos por la sala para comprender qué grandes son las cosas pequeñas. Lo he visto todo en un primer momento, que luego se alargó, reparando en las cosas menudas; y volví otra vez, con calma; y otra… a conciencia. Y los detalles más nimios me sorprendieron de nuevo. Y aún estoy rumiando la riqueza de esta gran exposición.
Si tú la viste, verías como yo: las casas antiguas, la fragua, el potro, el campanario viejo, la barca sobre el río, el Monasterio… Y la gente, sobre todo la gente. He dicho mal: Mirarías como yo las fotos. Pero tú verías otras cosas distintas de las mías; porque detrás de tus ojos está tu corazón. Mi corazón alentó a mis ojos hacia el tema de "Homenaje a los abuelos". Y las ideas que recorrieron mi cabeza al mirar las fotos, se vieron reflejadas como en un espejo en el sencillo pie de foto que pude leer, en estos versos:
Gracias, abuela, por acunar mi sueños;
por presumir de nieta;
por sostener mi fragilidad
con tu desgastada fuerza…
Gracias, abuelo, por contarme historias;
por escucharme;
por darme las ternura de tus manos callosas;
por enseñarme a andar en bicicleta.
Gracias, abuelos, por mantenernos juntos;
por compartir
el aliento final que se termina
con mi primer aliento.
Una lágrima inmensa, de alegría reposada, desbordó mi corazón de niño, que tengo todavía. Y los ojos se me lavaron con dos disimuladas lagrimillas, que para nada me avergüenzan. Con un respingo y un respiro profundo que me ensancharon el pecho y las entrañas, seguí mirando fotos, y fotos… Viendo caras ancianas, figuras de niños y jóvenes que hoy ya no somos, faenas del campo, fiestas, diversiones, comedias, tradiciones… La tarde se me hizo corta, viendo a mi pueblo entero, desde allí dentro. Y mi vida se hizo corta: recordando a mis abuelos y padres; descubriendo en el mapa de la escuela dónde está Barcelona, detrás de aquel mocoso con tirantes cruzados sobre el pecho; saboreando el frescor de aquel vino de jarro de la fiesta; dando vueltas y vueltas en el trillo, bajo un sol de justicia; escuchando la salve en la fiesta del Día de San Miguel; sintiendo aquel nudo en la garganta al decir ante todos el cortito papel de la comedia; aplaudiendo en el corro de aluches la nobleza de los dos luchadores, descalzos, en la era; escuchando el berrido penetrante, inaguantable, del gocho que luchaba sin ninguna esperanza en el banco, con la punta del cuchillo ya en el corazón; viendo casi el olor de la morcilla, que se escapaba de la cazuela, encharcada de sangre y de cebolla…
La penumbra invadió casi de golpe la Casa de Concejo. Era ya muy tarde; pero hasta ese momento no me había dado cuenta. Mis ojos tuvieron por un rato una luz intensa, e íntima, que me enfocó hasta las fotos más diminutas. Y lo veía todo… Me restregué los ojos con el dorso de mis manos. Y allí, de pié, en el dintel de la vieja puerta, miré hacia el horizonte del "payuelo", amarillo ya del tenue sol que a mis espaldas se escondía… Miré otra vez al interior de la sala, llena de espíritus buenos, y pensé: ¡Dios, qué guapo es mi pueblo!
(del catálogo de la Exposición, "San Miguel de Escalada, Ayer, hoy y siempre"/1996, publicado para el recuerdo)
ONOMATOPEYAS
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"tinniunt aures",
onomatopeya en latín.
me suenan los oídos
(me hacen tin tin).
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También recuerdo
el toque de campana más triste.
"Toque de gloria", - se decía...
cuando fallecía un niño.
Sonaban las campanas... tañían
pareciendo decir:
"Bien van,
van bien,
bien van;
pa`la gloria van".
Ay!!!



Estampas de Escalada
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5.-

Quedamos en el Priorato.
- "Nos vemos en el Priorato. Nos admiramos un rato" - era una cita de los amigos, nunca a ciegas.
Podrían ser visitantes anónimos: Pero no tanto, en este caso:
Isidoro, Vicente y Tasio; primeros años 50 del siglo XX.
La amistad es un pilar bien firme.


Estampas de Escalada
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6.-

Interior decorado y vestido:
Foto de Laurent (1879?): telas, cortinas, púlpito, dosel, lámpara...

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7.-

Meta volante de Rally:
También un espléndido marco para acontecimientos deportivos, como lucha leonesa, etapas de ciclismo, y rallies de coches... Esta vez Rally del Campeonato de León, 1969. Nacho Ciriaco, piloto.



Estampas de Escalada
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  8.-

Esta ruina que ves..

Esta ruina que ves... se recuperó "a pesar" de la Comisión de Patrimonio... que dio tantos bandazos.
Años 20 del siglo XX. Grabado de Rommel & Jonas, Dresden.

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