¿Dónde está la fe?
¿En la cabeza?; ¿en la mente?...
¿o en el corazón?
Pero, ¿qué es fe?.
Según los pobres catecismos, es "creer lo que no ves". Y eso no me vale.
Más que una resignación, fe es un estado que se alcanza a base de victorias: victorias sobre el mundo ="alicui rei tribuire";a base de aceptación del otro ="plurimum alicui fidem"; tras las entregas y las confianzas en el otro="fidem datam servare"; y hasta - es posible - en la confianza en lo divino = "dei promissis confidere".
Al fin y al cabo, tener fe es cumplir con un deber; de buena fe ("ingenue"), o sin buena fe ("dolose").
Para ese compromiso no nos sirve el intelecto; sólo el intelecto. Cerrar los ojos porque no nos sirven para mirar y alcanzar los misterios, es aceptar la ceguera: Y la mente (ella sola) nos deja ciegos. Así pues, la fe no puede estar en la mente.
Es necesario un paso más, que sólo puede impulsar el corazón; o el alma; o el sentimiento. Porque ese paso adelante es llegar a la acción y convertir la creencia en fidelidad ("fidei integritas"), y en promesa. Así se cumple la palabra, se alcanza la sinceridad ("fidem bona dicere"); y como decía Cicerón, se consigue el fundamento de lo justo ("fundamentum iusticiae est fidem"); y hasta - es posible - se acepta que la fe es la conciencia de los jueces.
¡Ah, Dios, Santo Cielo!¡Que me suceda a mi esto! "¡Dii vestram fidem!".
Mejor dicho: ¡Dii meam fidem!
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