Esta noche soñé
que me quemaban las palabras;
que las palabras eran incombustibles
allí dentro, en mi alma.
Hice una torre alta, alta... muy alta.
Como una chimenea que escupiera
los residuos de humo,
- de la muerte del fuego -, intangibles.
Dejé abierta la torre, en su cimera,
para desahogarme.
Del cielo bajaba una lluvia de luz,
que me apagaba el humo;
y entonces decidí
fabricar un paraguas de cristal,
y cubrir el agujero inútil del escape.
Monté un prisma de vidrio,
lo puse por tejado.
Inventé un sistema de giros inefables;
y cansado, seguí dormido en mi sueño.
Había hecho un faro.
La luz, sin yo saberlo,
reventaba los cristales.
Los cristales, lavados por la lluvia,
la multiplicaban.
Mi locura interior giraba, giraba... y giraba.
Abajo, en el vértice del cabo,
- y en el mar -
algunos hombres creían en mi luz,
confiaban en su guía...- ¡qué insensatez! -
mientras yo dentro, dentro... muy dentro,
me seguía ahogando. Felizmente
ahogando.
(agf/10.05.2mil14)
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