30 años no es nada...



1984:
¡¡¡Qué jóvenes eramos!!!
Teníamos intacta la Utopía. Esa nación que nace en el corazón de la gente de esta tierra. 
Algunos habíamos partido a otros lugares en plena dictadura. La dictadura interna que nos reclamaba la busca y las respuestas de futuro.
Pero volvimos. Cargados con los primeros hijos; que nacieron lejos, pero pacieron dentro de nuestros quereres íntimos. Y volvimos a labrar los campos de nuestras raíces, a segar a puñados los capilotes amarillos; y a sembrar nuevos hijos: esta vez por los cuatro costados bien cazurros...


... INTERMEDIO
30 AÑOS:

Nos amansaron. Nos dejamos engañar por las promesas. Nos prometieron oros y moros. Y les creímos. Nos acostumbramos a la mansedumbre. Y nos dijeron que nuestra tierra era una tierra de castillos. De castillos ajenos, que debíamos guardar y defender con nuestras espaldas inclinadas. Y que deberíamos olvidarnos del orgullo. Y el león, se convirtió en un gatito. Todos lindos gatitos. 


2014:
¡¡¡Qué inocentes somos!!!
¡¡¡Cómo seguimos: crédulos, sumisos, inclinados (hasta de la orgullosa testud, que dio a esta tierra reyes y reinas, soberanos)... ¡¡¡Y qué súbditos somos!!!
Por el camino hemos ido perdiendo: viejos orgullosos, maduros intrépidos, y jóvenes desesperados. Más desesperados que nosotros cuando nos habíamos ido. 
Hemos ido perdiendo forjadores de futuro. Somos más de 90.000 menos que en 1984. Tantos como los que aquel mayo florecían con gritos en las calles...
TREINTA años es mucho. Demasiado. Pero aún puede ser que sean demasiado pocos para acabar con nuestro grito. Mas, necesitamos que vuelvan nuestros hijos. Y que los que estamos aquí seamos, de verdad, hijos de León. Sin Castilla. (O junto a Castilla). Pero sin dejarnos llevar más veces NUESTRAS AUTONOMÍAS...



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