pacífico


AUTO
                               BIO                                   GRAFÍA

Yo soy, de natural, PACÍFICO. Pacífico en el sentido clásico latino. "ME GUSTA REGALAR LOS OÍDOS CON LOS ENCANTOS DE LA POESÍA", como decía Claudianus, 365 años antes de Cristo: "PACIFICARE AURES PIERIIS MODIS"... Según cantaba Ovidio, Pierus era un monte de Tesalia, consagrado a las musas.

Esta "querencia"me viene ya de lejos. Pero mi "pacificencia" me costó algún susto... Corrían los años setenta... y pico; en Madrid. Donde "corríamos" muchos, con los grises. Unos, los más curtidos, delante; otros, en paralelo: buscando los portales de las casas; el confortable aplauso de los vecinos; los atrios de las iglesias, que eran tenidos por lugares de paz. Iba yo una tarde por la Plaza de Quevedo, bajando hacia los cines de la calle de Fuencarral, con mi primera Filomena. Debía llevar cara de exaltado, pues mi boca iba cerrada. Tan sólo abierta de vez en cuando por algunos besos tímidos, compartidos...
De sopetón, me vino encima un energúmeno, de gris de arriba abajo. Creo que tenía grises hasta los pelos, plateados, debajo de un casco con visera. (No era el momento de entrar en poesías descriptivas)...
- ¡¡¡ IDENTIFICACIÓN !!! - fue su único verbo, tras el mismo empujón, que compartimos Filomena y un asustado servidor...
- ¿Qué lleva en el bolsillo?
- Un libro, señor... - acerté a balbucir, mientras lo cogía con mis dedos.
Me lo arrancó de entre las manos. Era "Cantos Iberos", de Gabriel Celaya; escrito en 1955, cuando un "mesías" nos quería multiplicar por dos (o por más) aquellos "25 años de paz", sin libertades. 
El gris abrió el libro de Celaya, con tal fortuna que fue a dar de morros con el poema "LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO"... Mala pata, la mia....
El gris dio carpetazo al libro; y me llevó mis manos a la espalda, juntas y apretadas... Y no precisamente en un saludo.
- ¡¡¡QUEDA USTED DETENIDO!!!
 No sé qué fuerza interior me vino, y le grité:
- ¡¡¡Porqué, por qué motivo!!!
- Por subversivo-... - respondió, tajante.
Mi Filomena, que estaba asustada a mi derecha, se sobrepuso; y le arrebató al gorila el libro de las manos, sin cerrarlo... Y comenzó a leerlo; con una voz inusitadamente alta y fuerte, por encima de las sirenas y de los pitos policiales.  Salieron vecinos del portal, algunos parroquianos de las cafeterías; y un cura rojo, con camisa de cuadros y pantalón de pana... Todos leían a Celaya en los labios de Filomena, que seguía, dictada por la poesía ...

Porque vivimos a golpes, porque a penas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Todos seguían...
El gris se encogió. Se encogieron los demás grises de la patrulla, Y mis manos volvieron a ser libres, sobre el pecho. Y sobre el hombro feliz de Filomena, que seguía recitando...

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
...
(Celaya)

Comentarios

  1. He leido el relato con ojos nublados y la respiración contenida, solo los que vivimos y sufrimos la feroz represión, sabemos lo que es vivir con miedo. Tuve un incidente parecido por leer un libro en un tranvía de camino al trabajo.

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