El hombre tiene una forma muy tonta de llamar al tiempo


El hombre tiene una forma muy tonta de llamar al tiempo. El hombre, en su finitud, denomina a lo desconocido eternidad: que no tiene fin. Lo del principio es otra cosa más desconocida. Por eso el hombre comenzó por admitir  (sin darle demasiadas vueltas) que hubo un principio, sin el cual nada puede seguir. Algunos piensan, - o creen -, que hubo un PRINCIPIO, con mayúsculas. Día  Primero...

El hombre vive alucinado. Alucinarse emparenta con "mirar a la luna". Y el hombre siempre ha mirado al cielo. Y ha pensado, - o creído -, en la luna, en el cercano sol fecundo que rige su vida; y en los soles lejanos y desconocidos, a los que ha llamado estrellas. Día segundo...

El hombre, imaginó que el sol - esa gran esfera de luz y de comprimida eternidad - era el regente de su existencia. Y dibujó en las piedras esferas diminutas para contar el tiempo. Dividió ese espacio de finitud que tarda el sol en dar una vuelta y volver de nuevo, en venticuatro gajos de jugo de su tiempo. Y en todo ese espacio se dedicó a "sus labores":  trabajar, caminar, descansar... y soñar.  A todo esto le puso el nombre de "un día entero"...

El hombre marcó los ratos al compás de la luz, y puso a las 24 horas un antes y un después. Un antes del medio día, doce. Y doce más un antes de medianoche. 
Y a cada hora le puso también un antes y un después, separando los espacios en minutos... A todas las horas.  Así dijo que cazaría a las ocho menos veinte; que almorzaría a las doce y treinta; que contemplaría las montañas y los ríos a las 19 y 40, o lo que es lo mismo: a las 20 menos 20... 

El hombre es tontorrón para hablar del tiempo. Confunde los después con los antes. Su ignorancia le lleva a llamar eternidad a lo que venga. Su resignación a llamar  "principio" a algo que es aún más desconocido. Y a todas las horas les puso un antes y después;  sin darse cuenta de que la última hora no tiene nunca un después. Nunca  pasa nada a las 24 horas y 5 cinco minutos. Quince minutos antes  bien podría ser que suceda: a las 24 horas menos diez.  Lo que suceda entonces siempre será de una nueva hora cero;  de un nuevo día. De una nueva finitud humana... 

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