

Si yo te hablara así
cada mañana,
me dirías que digo barbarismos.
Si yo perdiera, de repente,
sílabas y letras,
me tildarías de desmayado, de loco repentino.
Pero mi corazón, que sabe de poesía,
me autoriza a andar,
a hablar, desfallecido;
y un desmayo sucede a un desvarío;
un vértigo,
a un patatús le sigue;
En mi dicción poética altero las palabras:
por suma, resta, o cambio de lugar de los sonidos.
Pierdo, al pronto, el seso y los sentidos;
y enlazo los débiles compases
con los fuertes y alocados ritmos...
en un metaplasmo,
en un arrebato de locura,
o en una simple síncope.
Sin darme cuenta,
las musas
me dictan la poesía...
(agf/24.09.2mil11)

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