hallazgos, hallazgos, hallazgos...


hallazgo es lo que se halla, en especial si es de importancia. Es descubrimiento, invento o encuentro de algo desconocido. Es poner cara a la verdad o al resultado de algo.

En la charla de ayer, Emilio Campomanes y Felipe San Román, nos presentaron los hallazgos realizados en las últimas campañas de excavaciones en el Monasterio de Escalada (2002-2004). A lo largo de cuatro campañas se excavó por completo el espacio del templo románico anexo al mozárabe, así como sus laterales, y todo su perímetro. Ello ha permitido descubrir una importante área cementerial parroquial, así como realizar algunas observaciones sobre el proceso constructivo del edificio. Las excavaciones también incluyeron la base del cerro que rodea el Monasterio por sus lados norte y este, donde se descubrieron una serie de construcciones monásticas; e igualmente una necrópolis medieval, también vinculada al Monasterio, que se extendía al este de las construcciones.


Parece que en Escalada todos los trabajos son largos y laboriosos. Esta vez la muestra está en la largura de las últimas campañas, y en el más largo espacio de tiempo pasado para poner cara a la verdad y a los resultados. Habrá, claro está, razones para ello. Pero pensamos que si el hallazgo es hallazgo (es decir: descubrimiento de especial importancia) la verdad debería ser publicada antes. Mas, bien llegadas sean las venidas a la luz de estos hallazgos. Y gracias a los arqueólogos que ayer nos los contaron.

Las vueltas y revueltas dadas en las dos iglesias, (y sobre todo en el subsuelo y perímetro de la románica), vienen a corroborar otras verdades y sospechas, De Vicente García Lobo, de Hortensia Larrén, de Isidro Bango, y de Amado Cancelo, que es uno de los mayores buscadores de la verdad en Escalada. Sobre el proceso inicial y la evolución histórica en la construcción de los dos templos, y de las dependencias monacales anexas.

La novedad, lo especial, lo importante de estas busquedas más recientes - en este sector románico - quizás sea lo numérico: se encuentran más zonas de enterramientos, más osarios, más sarcófagos, más huesos. Por ejemplo: 98 inhumaciones; un osario con 183 individuos diferentes; 219 muertos, entre tumbas y osarios; muchos infantes. Se descubren restos de ropas: túnicas, vestimentas, cíngulos, albas, casullas, dalmáticas. Se encuentran restos de zapatos, sandalias y botas... Fibras de seda y de lino, entorchados de cobre, ojales de metal... Más, casi todo está revuelto. Por el paso de los siglos, y por el paso de las manos descuidadas de los hombres.

Lo más especial está en el norte. En el norte de la iglesia mozárabe. Y en el talud de la cuesta que cae sobre las dependencias monacales que existieron allí, hasta llegar a los muros de la iglesia. En los trabajos de 2002-2004 se encuentran dos zonas nuevas de necrópolis: una bajo y pleno medieval; y otra más antigua, coincidente (?) con el levantamiento de la primera iglesia. Pero el talud del Cotarrón es inmenso. Y no sólo de tierra deslizante. Hay 4 o 5 metros de relleno, sobre todo con cal y tejas; y por debajo 18 enterramientos, es decir: inhumaciones.

Se encuentran trazos de un edificio que se introduce en la nave mozárabe, con una sala rodeada por cuatro o cinco tumbas antropomorfas. En uno de sus muros se halla una pequeña estela, similar a las típicas astures de los siglos VII- IX. Quizás una reutilización más, de las muchas que hay en Escalada. Se encuentra un nuevo pabellón de 12 metros de largo por 3 de ancho, probablemente no de uso litúrgico porque no lleva anexa su zona de enterramientos; con presencia de ladrillos y material endeble, que induce a pensar que se aproxima a la época de la iglesia románica. Se halla un tercer espacio constructivo, que avanzaría hacia la colina, identificando una puerta al norte, muy amplia; posiblemente de carruajes, que hace suponer una zona de servicio del resto de la edificación, cuya entrada principal estaba en el sur y en el oeste. Eso me recuerda que no hay que olvidar que, como dice Amado Cancelo, a media cuesta del Cotarrón corría (y aun corre hoy, anegado de maleza) el camino del Sorribio, que iba y venía del norte.

Y hubo muchos hallazgos más: un friso ajedrezado, un magnífico reloj solar, el resto de una inscripción con un pautado y tres letras: dos "A" y una "S". Todo tirado, echado, desechado como escombro. Todo simbólico.

Taza de café

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