Estampas en Escalada


Corre el año 1050. Don Sabarico va a celebrar con los omes bonos de su feudo un auto de Navidad, en el pórtico del monasterio de San Miguel de Escalada, delante de "su" puerta. El abad Don Sabarico se lleva bien con los reyes Don Fernando y Doña Sancha, y tiene ciertas influencias, que aprovecha para conseguir de los Reyes escrituras a favor de la Catedral de León, que buena falta le hace.

En el seno de la Iglesia, también pinta muy alto. Este año asistió al Concilio de Coyanza (Valencia de Don Juan), y en el canon II consiguió que aprobaran que todos los monasterios de León y Castilla, tanto de hombres como de mujeres, observen la regla de San Benito.

Don Sabarico es un hombre querido en el Concejo de Val de San Miguel. En los términos apartados de las ruinas de Lancia tiene una Villa, que los lugareños ya le han dedicado. Llevará para siempre su nombre: Villasabariego, "Villa Sabarici".


La semana pasada vino a verle una viuda de Valdabasta, por pagarle las
 "ossas". Ya su difunto esposo había pagado en vida este tributo "de huesas" por contraer matrimonio. Y ahora ella lo continúa pagando, para mantener su heredad y poder sacar adelante a sus siete hijos, huérfanos de padre. Don Sabarico tiene dicho a sus deudos que son libres de casarse con quien quieran; y a las viudas, de mantener su heredad, a cambio de nada. Pero los paisanos reverencian al abad con su gabela, no de forma servil, sino de buena gana.

A la viuda la voy a llamar Teresa. Porque me da la gana. Pues, digo, que Teresa vino a ver al abad, y le contó que algunos fieles querían dedicarle en este año un misterio en el pórtico del cenobio, justo delante del arco que el buen abad hizo en persona, con la intención de que luego le enterraran a sus pies. "No tenga parte con Cristo quien se atreva a quitarme de este lugar", dejó dicho el abad, amenazante. Ahí está escrito, en su lápida.

Estaba Teresa arrodillada a los pies del abad, y este la mandó levantarse:

– Por San Benito, buena mujer. ¡Álzate, álzate!

Teresa lo hizo así, reverente y obediente. Y le propuso, llánamente, el disparate:

– Buen abad; que Dios os guarde. El auto de este año será recordando la Presentación del Niño-Dios a los Sacerdotes del Templo. ¿Seréis vos el Sumo Sacerdote?. Yo seré, humildemente, la tierna Madre; mi hermano Froylán, el casto y cándido José; y mi último vástago será, si vos lo permitís, el Niño, ¡bien callado!…

Don Sabarico bendijo la propuesta, y en ello quedaron…  Mirad el resultado:

 

 
Película
 

 El sol está radiante, aunque la tarde es fría.– Los arcos del sur se traspasan de luz.– El ventanal del poniente es un parteluz de oro; y un brillo de esmeralda se adivina por él, con el verde encinal del fondo.

 Don Sabarico viste de gala. Parece "un san isidoro", con capa, báculo y mitra; ¡arrebolado!.

 Teresa viste de negro, con vestido hasta el suelo. Y toca su cabeza con un velo de seda cordobesa, como una ténue celosía blanca, muy blanca.

 Froylán lleva una vara más alta que él; y en el pico del palo una rosa tardía, blanca, muy blanca.– En las manos del santo se ve una cesta. Y en ella, una paloma blanca, muy blanca.– 

En los brazos recios del abad, un niño, casi desnudo, está irradiando luz, repartiendo risitas de oro; oscurece la pompa del ministro; arranca la sonrisa de la Madre; aviva la rosa, que se vuelve fragante; y espanta a la paloma, que vuela, ¡alma de barro!…

Más allá, en el atrio, el pueblo entero calla; se embelesa, y reza. Y un coro de voces, blancas, muy blancas, está cantando un "aguinaldo"…


Bombilla

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