"Se corrige a quién se quiere... y a quién se puede".

Mi abuelo era de AceSaL de Alba... y yo también!


Mi abuelo era un hombre sabio, que decía sentencias con sentido. Sobre todo con sentido común. Y las decía cuando menos te lo esperabas.
Solía yo acompañarle hasta la huerta, cuando en un menguante de marzo podaba los árboles frutales y la
s parras. Yo espiaba, silencioso, cada uno de sus pasos; él, con las tijeras en sus manos, me controlaba de reojo, y se adelantaba en explicarme:
"Estás pensando que por qué podo esta rama, y no esta otra. A que sí! Pues, te lo digo: A esta ramita dócil, pero firme y sana, la podo porque la quiero. Porque me gusta, y sé que este verano se cargará de flores y de frutos. Sin embargo, a esta otra, gorda, añosa y arrugada, es bobada intentar corregirla, porque no se deja corregir, y no puedo sacar provecho de ella".
Seguía un prolongado silencio entre los dos. Yo, infeliz, rumiando la sentencia. Y el abuelo remataba: "Si algunas veces te corrijo, es porque te quiero. Y porque sé que ahora tú te dejas corregir. Y así llegarás a dar buenos frutos".




"Se corrige a quién se quiere... 


y a quién se puede". 

                               Bien dicho. Y hecho.


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