a mi fisioterapeuta de cabecera


Una primavera en Altollano
(escrito en marzo de 2006)

Vengo de un invierno agarrotado en mi muñeca rota. Allá, en Noviembre, una caída tonta me dejó tonta la mano que llevamos en el lado donde está el corazón. Dijo el doctor que necesitaba un lazo blanco de escayola, para curarme… Y aguanté dos meses la dureza del yeso. Y mi mano estuvo aprisionada, adormecida, entristecida, sin música en los dedos, sin caricias, sin vuelos; con un frío extraño que ha desembocado en un sudor intermitente y nervioso, y una torpeza de niño olvidadizo y holgazán.

Pero, como otros años, este año también se anuncia ya la primavera. La nieve blanca de la escayola protectora se deshizo. Mi carne estrujada y blanquecina se ha despertado. Las pieles arrugadas de mi mano y de mi brazo se han caído, como si fueran una camisa vieja de serpiente adormecida. Y ha brotado una carne joven, vestida de sonrosada piel de niño juguetón… Pero hace frío todavía. Y descubrí que, con esta mano tonta, se me olvidó jugar, se me olvidó tabletear los dedos encima de la mesa, se me olvidó hacer chirigotas con la mano puesta en la nariz…
Pero, este año la primavera está llegando por los Altos de Nava, en una sala alegre de la Clínica Altollano. Y en esa sala alegre, cada mañana, un angel me está ayudando a encontrar la primavera, a manos llenas. Cada mañana, tempranito, aprendo a despertar mi mano prisionera; a olvidar la tristeza del invierno; a cantar de nuevo al ritmo de los dedos bailarines; a jugar, haciendo chirigotas; a apretar los puños, sin enfado; a decir adios: con la mano abierta; con pañuelo, sin él; con los dedos abriéndose y cerrándose…
Este año, la primavera me la está trayendo un angel. Y me la está poniendo en la mano que llevamos en el lado donde está el corazón. Me la está trayendo una sonrisa, debajo de unos caracoles negros en la frente. Me la trae una palabra amable, una broma simpática, una caricia que pide perdón después de una sacudida brusca necesaria… y , a veces, un bombón. Mi mano izquierda está aprendiendo, lenta, remolona; pero firme. Sólo le falta un poquito de fuerza, para dar un saludo: fuerte, apretado y efusivo. De corazón.
Gracias, Iván. Y disculpa mi torpeza de hoy, por no saber poner en versos asonados este poema (para ti).

(Iván (Cosamalón) fue 
mi fisioterapeuta titular)

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