UN VIAJE AL CORAZÓN


En el verano de 1996, dentro de las actividades de la Asociación Cultural Priorato de Escalada, tuvimos en San Miguel de Escalada una magnífica exposición de fotografías y documentos, fruto del esfuerzo de unos pocos, y de la colaboración de todo el pueblo. Fue seguida con mucho interés, cariño y admiración. Se celebró en la vieja Casa de Concejo de San Miguel de Escalada, convertida en un museo por unos días, cálidos y calurosos.

La Casa de Concejo está en la mitad del pueblo, en la cuesta que lleva al cementario. Como en una atalaya que mira al pueblo de San Miguel, para arriba; y al barrio viejo de Valdabasta, para abajo. Está a los pies del campanario (éste bien lejos de las iglesias: las del Priorato y la parroquial de la ermita de San Antonio), cerca de las escuelas viejas... y cerca de la casa de Modesta, con su jardín - y nido de pájaros - a la puerta...En aquel agosto grabé este amanecer precioso, que es como un prólogo de la exposición entera:

Un viaje al corazón:


 Hoy he vuelto a mi pueblo, - a mi pueblo entero -, después de muchos años. Y... ¡Dios, qué guapo es!

Cada año vengo por lo menos una vez, para tomarme un respiro de paz; para curarme esa manía de prisas y de malhumores de la gran ciudad; para ver y abrazar a mis padres, que se me van apagando en esta quietud, que ahora es su descanso. Alguna vez el dolor me prepara un riaje relámpago, y vengo con las mismas prisas de mi alocada vida para dar el adiós al tío o al amigo. Esta vez sólo tengo tiempo para ir a la iglesia, y desde el coro respirar el aire lleno de incienso y cera, por encima de las cabezas de la gente y de los amigos que, como yo, vienen a decirle adiós al fallecido. Camino del cementerio, el silencio respetuoso del principio se rompe en los corrillos, para decir las mismas fórmulas de siempre: "mira qué muerte tuvo, el pobre"; "me parece mentira: ayer mismo hablaba con él, y mira..."; para acabar rematando: "así es la vida"... El viaje de la vida se acabó para él, y a mí la vida me arranca otra vez del lado de los míos, y me lleva de nuevo lejos, a las prisas...

Pero hoy, he vuelto a mi pueblo entero, encerrado en la Casa de Concejo (a propósito: ¡qué "casa" tan magnífica tenemos, y qué poco la sabemos disfrutar!), gracias a la exposición de fotografías y documentos, que algunos de este pueblo - digo bien: ¡de este pueblo! - nos han querido preparar. ¡Gracias!

Lo he visto todo encerrado en estas fotos, antiguas y menos antiguas; cargadas de historias pequeñas, de anécdotas, de nostalgias...Y me bastó un paseo con mis ojos por la sala para comprender qué grandes son las cosas pequeñas. Lo he visto todo en un primer momento, que luego se alargó, reparando en las cosas menudas; y volví otra vez, con calma; y otra... a conciencia. Y los detalles más nímios me sorprendieron de nuevo. Y aún estoy rumiando la riqueza de esta gran exposición.

Si tú la viste, verías como yo: las casas antiguas, la fragua, el potro, el campanario viejo, la barca sobre el río, el Monasterio... Y la gente, sobre todo la gente. He dicho mal: Mirarías como yo las fotos. Pero tú verías otras cosas distintas de las mías; porque detrás de tus ojos está tu corazón. Mi corazón alentó a mis ojos hacia el tema de "Homenaje a los abuelos". Y las ideas que recorrieron mi cabeza al mirar las fotos, se vieron reflejadas como en un espejo en el sencillo pie de foto que pude leer, en estos versos:

Gracias, abuela, por acunar mi sueños;
por presumir de nieta;
por sostener mi fragilidad
con tu desgastada fuerza...
Gracias, abuelo, por contarme historias;
por escucharme;
por darme las ternura de tus manos callosas;
por enseñarme a andar en bicicleta.
Gracias, abuelos, por mantenernos juntos;
por compartir
el aliento final que se termina
con mi primer aliento.

Una lágrima inmensa, de alegría reposada, desbordó mi corazón de niño, que tengo todavía. Y los ojos se me lavaron con dos disimuladas lagrimillas, que para nada me avergüenzan. Con un respilgo y un respiro profundo que me ensancharon el pecho y las entrañas, seguí mirando fotos, y fotos... Viendo caras ancianas, figuras de niños y jóvenes que hoy ya no somos, faenas del campo, fiestas, diversoones, comedias, tradiciones... La tarde se me hizo corta, viendo a mi pueblo entero, desde allí dentro. Y mi vida se hizo corta: recordando a mis abuelos y padres; descubriendo en el mapa de la escuela dónde está Barcelona, detrás de aquel mocoso con tirantes cruzados sobre el pecho; saboreando el frescor de aquel vino de jarro de la fiesta; dando vueltas y vueltas en el trillo, bajo un sol de justicia; escuchando la salve en la fiesta del Día de San Miguel; sintiendo aquel nudo en la garganta al decir ante todos el cortito papel de la comedia; aplaudiendo en el corro de aluches la nobelza de los dos luchadores, descalzos, en la era; escuchando el berrido penetrante, inaguantable, del gocho que luchaba sin ninguna esperanza en el banco, con la punta del cuchillo ya en el corazón; viendo casi el olor de la morcilla, que se escapaba de la cazuela, encharcada de sangre y de cebolla...

La penumbra invsadió casi de golpe a Casa de Concejo. Era ya muy tarde; pero hasta ese momento no me había dado cuenta. Mis ojos tuvieron por un rato una luz intensa, e íntima, que me enfocó hasta las fotos más diminutas. Y lo veía todo... Me restregué los ojos con el dorso de mis manos. Y allí, de pié, en el dintel de la vieja puerta, miré hacia el horizonte del "payuelo", amarillo ya del tenue sol que a mis espaldas se encondía... Miré otra vez al interior de la sala, llena de espíritus buenos, y pensé: ¡Dios, qué guapo es mi pueblo!

(del catálogo de la Exposición, publicado para el recuerdo)

Voy a poner a continuación los vídeos que recogen esta exposición magnífica. Están colgados en You Tube, y se puede ver su série entera y seguida (van saliendo uno detrás de otro, sin picar en ningún sítio), en el siguiente enlace:

Película


Cámara
...

Comentarios

Entradas populares