Se cuenta que uno de los milagros de San Isidro Labrador fue este:
“Mientras Isidro estaba un día en sus trabajos duros en el campo, su hijo de corta edad, que estaba jugando, se cayó al interior de un profundo pozo, por lo que él, su padre, y su madre; María de la Cabeza, rezaron para recuperar a su pequeño. Poco después, el agua subió hasta el brocal devolviendo al niño sano y salvo.”
A los de Valdabasta y sus alrededores, les suena mucho este milagro; pero para ellos atribuido a un santo doméstico del Monasterio, llamado Gonzalo; y esta vez el pozo estaba donde ahora lo tenemos: en el medio del Claustro de nuestro Priorato..
Otro milagro - o favor - de San Isidro es el que cuenta que, por cansancio, el santo labrador dejó por un rato la labor del arado y se puso a rezar, y se sumió a medias en un sueño. Al despertarse la pareja de vacas seguía arando, guiadas por un ángel.
Este día de San Isidro el santo labrador salió a nuestros campos, los bendijo; y nos invitó a rezar; en las tierras, y en nuestro querido Monasterio.
Rezar es hablar con Dios; descansar de uno mismo. Y dar paso a lo importante.
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