El paraíso es un lugar
minúsculo
“Me
dormiré después de contar
que en un lugar minúsculo de mi vida
obtengo el paraíso si pudiera encontrarlo”.
(Dice
Luis Miguel Rabanal, medio prologando el último libro de
“su costilla”,
MJ Romero,
“NO
HAY VALIENTES EN EL PARAISO”)
Amigos ambos, Rabanal/Romero:
vamos a dejar de lado el Paraíso,
ese lugar donde nos dicen que se goza de Dios
eternamente.
Que se espere el buen Dios, si existe, y nos está oyendo.
Paseemos juntos
mejor - si es que podemos -
por un jardín “delicioso”;
cojamos , si nos dejan, las flores blancas
diminutas
del árbol de paraíso, que lucen en su interior
un
corazón amarillo rojizo:
salpicado
de bilis y de sangre.
En este bosque oscuro, una rama se corta del
tronco tortuoso,
pero el árbol queda en pie,
para que se repueble con la “delicia” los
sitios más amenos.
Pero la delicia es un placer tan vivo, tan
sensual; pero tan corto, ay.
Por eso, busquemos “delicias”, en plural,
aunque sean escasas.
Las delicias de ser libres con las palabras
y de
hacernos libertinos, como decía Catulo;
Las delicias de amarnos tiernamente, que dijo
Cicerón.
Y de atrevernos a nadar en los placeres,
mientras
somos testigos del amor… (Plautus dixit).
Para vivir en este paraíso,
Que, sin duda, es “un lugar minúsculo”,
sí hemos de ser valientes. SÍ.
(agf/2mil24)
***
En el año 2021 ya nos anunciaba el siguiente poema, junto con algunos más, y también poemas de Luis Miguel Rabanal, en nuestra Revista número 2, Año II, de Encuentros en Scalada"
Aderezar
Ser atrezo de los días en otros
colocar las horas de las llegadas y de las despedidas las retamas y los tomillos
lavanda en el aroma de las voces cuando sucede la ausencia
un sonido de campana como si fuera un fin de recreo y el colegio se llenara de silencios entre árboles sobre la tierra y sus grumos
amasados con las gotas de la lluvia.
Del libro inédito "No hay valientes en el paraíso"
***
ORUGA SOBRE EL PUENTE
Antes de que se cierre el tiempo y el amarillo del mundo sea una ilusión, seré labios de Blonde. Cantaré en una cantina de la estación central. Seré uno de los animales rotos queriendo llegar al otro lado de la carretera. Olvidaré todas las lenguas de babel. Sin alcanzar quizá el arco irisado.
De Laberintos
La ciudad era una fiesta como un parís sin fecha en celuloide una tartana fuera de su tiempo
los habitantes ya escaseaban entonces no mendigues fuera de tu calle
rezaba en un cartel del antiguo consistorio
donde ellos mendigaban ladraban los perros callejeros sin cesar y hambrientos
algún buitre llegado del bosque más próximo sobrevolaba sus piezas ya habían pasado las bicicletas hacia la playa
y no circulaban por la calzada principal los tranvías amarillos
las salas de juego situadas en las esquinas de las calles estaban cerradas y sin música llamativa hacia el silencio de los jugadores compulsivos
el regidor seguía sentado bajo los soportales casi ciego
como una estatua
leal en su vejez a la ciudad de piedra.
Del
libro inédito La Donna del claqué
o no me nombres.
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