"En un lugar de LA ALARMA, de cuyo nombre no quiero acordarme..." (aunque lo sé muy bien).

 "En un lugar de LA ALARMA, de cuyo nombre no quiero acordarme..." (aunque lo sé muy bien).

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La foto es de cualquier rincón de una calle imaginada por Cervantes, si Cervantes estuviera novelando esta ínsula-ciudad en la que vivo.
Sería razonable que el estado de alarma, - ya difunto por orden de los desgobiernos que sufrimos - diera paso a una justas ordenanzas sobre el uso y los abusos del común.
La invasión de las calles , y en especial las peatonales, no puede ser un derecho de algunos (que han sufrido, sí), en merma de los derechos de todos los demás (que también sufrimos, ¡qué cojones!); y más aún de los que por su situación personal de discapacidad necesitan - siguen necesitando - una especial protección. No todo puede ser pensar en el dinero, en el negocio de algunos, en las necesidades de algunos. No.
La razón de esa invasión (permitida) de lo común por y para el interés de unos pocos no debe confundir ese permiso (siempre condicionado a la climatología,, a los lugares, a los horarios, y a las circunstancias); no se debe confundir, digo , con un derecho de pernada sobre los mismos jodidos de siempre.
Por favor, Sr. Alcalde de esta ínsula: ponga un buen gobierno en este desgobierno que nos alarma a los jodidos. Díganos por qué parte de la "calle de todos" puede pasear un anciano, una mamá con la silla de su bebé, una persona en una silla de ruedas (que aunque vaya con motor eléctrico no es un quad para hacer el cabra, mire usted). Ponga orden a los despiertos jóvenes (y no tan jóvenes) que avasallan con sus veloci-patinetes. Ponga límites razonables a las mesas, sillas, banquetas, pérgolas, sombrillas, papeleras... camareros, camareras, perros, perras... Y hasta pongan límites a sus coches-patrulla silenciosos, que a veces desfilan en procesión por la misma parte de esta ínsula, desordenadamente...
No deseamos a nadie las limitaciones que algunos soportamos.
Pero está en mano de todos - de todos, digo - hacer de esta ciudad y sus calles una ínsula que no sea Barataria.
Y, si fuera preciso, volveremos a hacer sonar todas LAS ALARMAS necesarias.

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