Hoy creo que tengo un "ángel de la guarda".

 

Hoy creo que tengo un "ángel de la guarda".

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O un "massar sulmi", como pensaban los moradores de Mesopotamia hace cuatro mil años. Un dios personal, guardián y protector de mi vida; y de mis pasos.
Tal vez tenga un "fravashi", que era el término del idioma avéstico para el concepto zoroástrico de un espíritu personal de un individuo, ya sea muerto, vivo y aún no nacido. El "fravashi" que me envía al "urvan" a mi mundo material para cuidarme, y pelear la batalla del bien contra el mal.
Quizás tenga, como los griegos, un "daemon": un espíritu guía a mi servicio. Nada que ver con el "daemon informático" (" servicio o programa residente es un tipo especial de proceso informático no interactivo, es decir, que se ejecuta en segundo plano en vez de ser controlado directamente por el usuario")... O quizás sí. Un espíritu puro, con alas y todo.
Tal vez tenga un "genio". Los "genios" romanos, son confundidos frecuentemente con los Manes, Lares y Penates. El genio es un "algo especial " que acompaña al hombre (masculino) en su vida, como su segundo o propio espíritu. Si se trata de las mujeres ese espíritu será llamado "Juno".
Digo que hoy creo que tengo un "ángel de la guarda".
Y es por lo siguiente:
Pasó algo trivial de mi vida en esta mañana; pero especial, que me ha hecho meditar. Salí a hacer la compra: del pan, de la carne, de la fruta, del agua; para seguir viviendo. Pasé por el cajero de mi banco (quiero decir del banco que "guarda" mis dineros - y no precisamente como un ángel)... Pero sucedió algo extraño, si bien con un final feliz.
De vuelta a casa, me llamaron desde ésta, cuando aún estaba en la calle. Para decirme que "un ángel bueno había encontrado mi cartera en medio de la acera". Eché mano a mi costado, donde debería estar guardada mi cartera, y efectivamente, corroboré que allí no estaba.
Después de la sorpresa, el sofoco y el enfado, decidí volver sobre mis pasos en todo el recorrido de la compra: la frutería, el kiosco, la carnicería; siguiendo el aviso angelical que me decía: "...te la tienen recogida en la Carnicería, anda, cabeza de chorlito".
Y allí estaba - la cartera -, aunque ya no estaba el ángel. Me contaron el milagro y ahora lo reconozco: ¡creo en los ángeles!
Una mujer había visto mi cartera en medio de la acera, enfrente de la tienda de la carne. La recogió, y pasó al interior, con ella en su mano: "Creo que uno de sus clientes ha perdido su cartera"- dijo.
La dependienta de la tienda se hizo una cruz en la frente, de pura sorpresa y maravilla, pensando: "Dios santo: todavía queda gente honrada".
Pero un segundo ángel entró en escena . (Por lo que me han contado, era un ángel femenino. Es decir : una angela.) "Sí, por Dios. Yo conozco a ese hombre que ha perdido la cartera. Vive en el mismo edificio de mi casa."
La carnicera no encontraba sitio en su frente para hacerse tantas cruces. Miraron ambas, con cierta vergüenza , los interiores de la cartera, buscando identidades , direcciones y teléfonos... Pero el segundo ángel (es decir: la "angela") añadió resolutiva: "No se preocupe usted. Ahora mismo voy para mi casa, y dejo aviso al propietario de la cartera, llamando al timbre ..." Dicho, y hecho. Fue voz, y obra buena, de ángel.
Todo ha acabado bien. Mi cartera - y su interior - entera e intacta.
Un milagro. Exactamente un milagro. Un cuidado especial de un "massar sulmi", o un fravashi, o un deamon, o un genio o una juno.
¡O un ángel de mi guarda!

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