martes, 12 de enero de 2021

ESTELAS EN EL SENTIR

 

"Salvador Negro se aproxima por mi izquierda, intercambiamos afectos, palabras, ¿quién me dijo que la luz se deshace en las formas? con sus palabras doy un paso hacia adelante, la calma se posa en mí, como esa hoja que el suelo no espera."

Estelas sobre el sentir:

“Dios entre pucheros” y “Ánimula, vagula, blandula”

 

Primero fue el abrazo, luego las palabras. Dónde se talla lo místico en la piedra, dónde el reflejo de la línea se acomoda entre la voz y nos hace a todos círculo o gesto. No lo sé. Tal vez la poesía nos enlaza a través del éter invisible que nos contempla.

 

Tres de Julio de 2015, en León está ya “Dios entre pucheros”. 

Alfredo García llega con un alma tumbada hacia arriba y a las manos les sale un cielo. Allí sonrío. Octavio Fernández, que me creía más bajita, me hace crecer con cada poema, como cuando cae lluvia sobre un terreno sembrado de trigo. Aprendo, disfruto, admiro. Le cuento el secreto: llevo tacones, pero en realidad, algo en mí se ha hecho más grande, quizá la escucha, el anhelo de saber el misterio. Hoy en sus versos: “Desflorando la rosa de los tiempos / el antes y el después son imprecisos”, se queda mi mirada, en esa imprecisión temporal, deshaciendo pétalos, perdida, pensando.

 Cuando se abraza a Begoña Abad, uno ya puede decir que la sonrisa tiene brazos. Su sencillez, espontaneidad y optimismo, hicieron de estos encuentros un lazo que no ata, que teje y reduce las distancias, que facilita el trato, de una manera tan natural, como esa niña que hace un castillo en la arena para enseñárselo después a su madre. Ahora leo en uno de sus poemas “Destila la hoja la humedad nocturna, / aún no existe, como tal, la gota.” Gracias a ella, las gotas sí existieron en muchos rostros. Si la poesía emociona: es.

 

Al piano, Giuseppe Devastato, pulsa las teclas, como la vida pone los pies dentro de un mar, allí, dejo nadar el pensamiento, los sentimientos se sumergen.

 

La fuerza; trae tanta consigo Alfonso García, que hasta inventa la lluvia. De un poema suyo que en este momento leo: “La palabra es una forma de salvarnos / Escríbase / sobre el ala de los chambergos de los tangueros tristes” Escríbase, escribámonos, pienso.

 

Y es que, “para recoger un rostro del suelo, no hace falta agachar la esperanza...”, finalizo y acudo al reencuentro del abrazo de Jota de la Rosa, que siempre está, del lado de la Belleza.



 

Cuatro de Julio de 2015, llega el esperado día: “Ánimula, vagula, blandula”,

entro en San Miguel de Escalada y hallo el blanco, entro en el silencio; personas ya sentadas esperan. Salvador Negro se aproxima por mi izquierda, intercambiamos afectos, palabras, ¿quién me dijo que la luz se deshace en las formas? con sus palabras doy un paso hacia adelante, la calma se posa en mí, como esa hoja que el suelo no espera.

 Con el violonchelo entre sus manos, Miguel Ángel Viñuela, comienza el primer poema, me digo,

¿acaso debo salir después a interrumpir este misterio residual que queda sordo y enamorado de la melodía para adherir palabras al eco silencioso de esos acordes?

 

Pero se acerca otra voz: “Y este cuerpo mío / será, entretanto, / vagabundo, Blando, / marchito, / rígido.../ abandonándome solo y desnudo.”, termina de leer y nos emociona, Puri Sánchez, desde el “almina” de Alfredo García, y sin saber quién comienza de los cuatro, éste dice: “Begoña Abad”, y la emoción descalza los rostros, al menos el mío. Octavio pregunta: ¿tengo tiempo para alguno más? pienso, ojalá el tiempo no detenga nunca, ningún poema de este poeta.


Es mi turno, me abre la puerta Alfredo con este regalo suyo entre las manos:

 Oh, Señor!:

Entraré descalza en tu morada.

Desnuda. Sin años en mi cuerpo. Como un niño. Como una niña. Sin ruido en mis oídos.

Y con mis ojos, cansados del dolor, abiertos a la calma de LO BELLO...

 Comienzo, muevo inevitablemente la mano, como al tocar un arpa, dice Chema García, y con la que, a José Pejó, indica, le crecen bosques. Apenas consciente de esos movimientos y emocionada, me recojo en la calma y en los latidos prestados, tras el último verso me acurruco en la silla para disfrutar de Alfonso, que finaliza y yo le veo con un espejo entre las manos, que nos apunta.

 

Aplausos, abrazos, nuevos amigos. El artista Vicente Jiménez me regala formas en tinta que se parecen a mí.

Regreso a casa, con miradas, que no olvidaré nunca, pero en realidad, allí me quedo. “acaso lo que queda en la mano

al liberar a un pájaro

sea un silencio de cielo”

 

MUCHAS GRACIAS, a todos los que lo hicisteis posible.

(A.M. "ave roja")




*****

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Espero tu comentario amable. Me ayudará a mejorar. Gracias.

UN PAPA PARA LOS TIEMPOS ACTUALES

UN PAPA PARA LOS TIEMPOS ACTUALES El mundo en general necesita un "Papa que vista de paisano";  que lleve pantalones, y los lleve ...