castidad y virginidad

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Aclarando conceptos y realidades

Soy de una generación en la que la sociedad impuso un concepto de educación contaminado. Aunque disfrazándose de una falsa cultura de humanidades pronto se caía en la tergiversación impuesta por unas filtraciones pseudorreligiosas de la llamada tradición judeo-cristiana, que desembocó en un catolicismo rancio, establecido y mantenido como un sistema.

Ahora quiero volver al sentido más humano de la educación desde el prisma de los clásicos, griegos y romanos. Quiero volver a las raíces.

 Educar (de educare, y de educere):  es criar, alimentar, hacer crecer, hacer salir del cascarón (a los pájaros); es enseñar, sacar lo mejor de uno, enseñar a volar… Todo eso quiero. Para mí, que soy de alguna manera, un maleducado; y para los que quiero que sean hombres, sabiamente educados.

La vara de mi niñez y adolescencia estuvo en algunas manos poco virtuosas.  Y algunas manos de esas pretenden seguir enderezando hoy las varas inocentes.

Predicaban entonces, y lo siguen pretendiendo, falsas virtudes. Unas que catalogan de divinas (teologales), y otras de humanas (cardinales); pero que ellos no practicaban ni practican. Son las primeras conocidas, demasiado cacareadas desde púlpitos y facistoles, pero poco llevadas a cabo.

Son las segundas, las más humanas, también presumidas, y también incumplidas. De estas últimas quiero hoy hablar de dos en concreto: la castidad y la virginidad.  

Para algunos pudieran resultar sinónimas; pero tienen diferencias muy sensibles. Vamos a verlas:
La castidad ( castus, de candere = resplandecer) es lo casto, puro, honesto, limpio. De un hombre íntegro?. El hombre íntegro es verecundo: delicado, que no ofende a la honestidad; es púdico, es decir: virtuoso en el obrar; es “pudens”, animado de sentimientos puros; y es pudibundo: revela todo eso en su semblante y en todo su exterior…

Todo lo antónimo de la castidad se refleja en: lujuria, fornicación, pornografía, prostitución e incesto. Y esto último en dos realidades a menudo lamentablemente repetidas: de familiares y de educadores.

La otra virtud humana, la de la virginidad, puede entenderse como opcional y voluntaria. Pero una vez elegida, y prometida, debe ser respetada íntegramente. Lo virgen es lo que está sin alteración desde su origen. Digamos que es la castidad voluntariamente reservada para una divinidad; es dejar el corazón entero, “indiviso corde”.

Superando algunas varas torcidas, prefiero la educación humana y humanística.
Qué quieren que les diga.
 
(agf)


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