clamura


Las palabras son como los ríos. Nacen en fuentes escondidas, discurren entre orillas llenas de vida; se nutren, crecen, merman, inundan, se desvían... y por fin desembocan (... sin morir).
El sufijo es esa partícula que se adjunta a la palabra - a su raíz, o a su afluente rama -, modificando su valor gramatical e incluso su sentido, y llegando a formar otra palabra, quizás más rica. Si esa partícula la ponemos delante de la palabra hablamos del afijo... Pero yo quiero referirme a los sufijos. Es decir: de la "desembocadura". Y aquí el sufijo es, claro está, "ura".
"Ura" es a menudo un delta: una acumulación de limos y légamos ricos, en los brazos exhaustos que forma el río en la llegada a su destino. Pero la llegada no significa su muerte, sino al contrario: es una nueva vida, que puede ser aún más rica sin duda.

Voy a dar un paseo por las palabras río que me corren por el recuerdo. Quiero decir que me "re-cuerdan"; lo que es lo mismo: me corren por el corazón y la memoria. Algunas son hoy comunes. Por ejemplo, la palabra tierno acaba, con este sufijo, en "ternura" (o en terneza, que es lo mismo).
Pero, seguiré con el sufijo en "ura":
blando se convierte en "blandura";
gafo (referido al tiempo) en "gafura";
feo, en "feura";
frío, en "friura";
caliente (fiebre), en "calentura" = la fiebre en sí, y sus señales en los lábios y la boca, donde quedan heriditas;
diablo, en "diablura";
soleado, en "soleadura";
pico, picada, picotazo... en "picadura";
escurrir, en "escorredura";
rebaño, arrebañar (recoger el rebaño, reunir, agrupar), en "arrebañadura";
clamor, en "clamura" = grito exagerado en momentos de dolor o de pena; que también puede atribuirse a los animales, ("murió una vez el ternero recién nacido de una vaca, y toda la noche estuvo la madre, tan sentida, en una contínua "clamura").
Por hoy no voy a añadir nada más. Sólo esta "añadidura":
Hay palabras hermosas que son como los deltas de un río. Cuajadas de "hermosura".
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