
No es bueno que Dios esté solo.
Venticinco de noviembre.
La Plaza de Regla despierta entre la niebla.
Dios ha echado la tranca de la puerta de la iglesia.
Afuera, en un banco, al sol,
un adán sueña con la carne de su carne,
con cara de placidez... avinagrada.
En la esquina más fria de la Plaza
una armónica se deja besar
por los lábios amoratados de un mendigo.
Y está diciendo ay.
Un poco más allá, un músico callejero,
aseado y pulcro, rasguea las cuerdas de una guitarra,
como acariciando a una mujer.
En su ataud brillan siete monedas,
salpicadas del desprecio de los viandantes.
Acullá un pozillo blanco está vacío
al lado de un cartel: "pido alluda
estoi sin travajo, 4 higos, mi muger em ferma"...
No es bueno que Dios esté solo.
Sus ministros le han puesto precio a las entradas
para hablar con él.
No es bueno
que ningún dios esté solo.
(agf/25.11.2mil11)
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