La poesía es hacer/se preguntas




La siguiente reseña pudiera parecer, a primera vista, unas conclusiones estadísticas. Nada más lejos. No sé si alguien habrá reparado en esto. El poemario de Luis Artigue, "La noche del eclipse tú", es un libro de preguntas. Incluso su mismo título es un último verso del poema Kafka. Y allí está en pregunta.
El librito de Artigue alcanza 63 páginas, divididas en 4 capítulos, con 26 poemas en prosa. Pues bien: yo he contado 42 preguntas. La más corta es "¿Sabes?"; repetida varias veces. Algunos poemas son una letanía de cuestiones. Y algunas preguntas son largos párrafos, sin embargo, casi todos afirmativos. Más afirmativos que los que no llevan los signos de interrogación. 
Yo siempre he concluido que leer un libro es emborracharse de preguntas. Y eso es lo que verdaderamente nos enriquece. Ahora sé que escribir, - sobre todo poesía - , es alucinarse con preguntas. Ya lo hacía Bertolt Brecht:


Preguntas

¡Escríbeme qué llevas puesto! ¿Es cálido?
¡Escríbeme en qué duermes! ¿Es también blando?
¡Escríbeme qué aspecto tienes! ¿Sigue siendo el mismo?
¡Escríbeme qué echas de menos! ¿Mi brazo?
¡Escríbeme cómo te va! ¿Te respetan?
¡Escríbeme qué andan haciendo! ¿Tienes bastante valor?
¡Escríbeme qué haces tú! ¿Sigue siendo bueno?
¡Escríbeme en qué piensas! ¿En mí?
¡La verdad es que sólo tengo preguntas para ti!
¡Y espero con ansiedad la respuesta!
Cuando tú estás cansada, nada puedo llevarte.
Si pasas hambre, no puedo darte de comer.
Así que estoy como fuera del mundo,
perdido, como si te hubiese olvidado.

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