Atardeceres en La Manga del Mar Menor

 

Hemos estado de vacaciones en La Manga del Mar Menor, provincia de Murcia. Estuvimos en una de las zonas más naturales, y más respetuosas con el entorno. Pero, hasta me da vergüenza decirlo. La Manga del Mar Menor es, actualmente, el resultado corrompido del juego de malas pasadas de unos cabrones. Y me explico, acudiendo una vez más al diccionario: cabrón, ona: adj. y s. Se aplica a la persona perversa que juega malas pasadas. perverso: que corrompe las costumbres, o el orden y estado habitual de las cosas.

Los siglos de la historia, desde que los fenicios se refugiaron en esta cálida costa al abrigo de los vientos, han ido amontonando la arena de las corrientes alrededor de varias islas salpicadas en este rincón, donde el cabo de Palos se mete en el "mar mayor" como la punta de una navaja. Hasta llegar a coserlas,- o mejor: a pespuntearlas - con arbustos salvajes, carrizos, flores débiles y estériles salinas. Hace cinco siglos el Mar Menor era una bahía abierta, y perteneció al Estado; pero la Ley de desamortización de Mendizábal de 1855 a 1856 la confiscó en subasta pública el 10 de enero de 1863. A partir de este momento pasó a manos privadas, por el precio de 31.000 reales (7.750 pesetas). Más tarde, la familia Maestre comienza a comprarla a finales del siglo XIX. En la década de los años 50 del siglo XX la zona norte de La Manga ya se encontraba en manos de Tomás Maestre Zapata, patriarca de la familia en esos momentos. A finales de esta década su sobrino, Tomás Maestre Aznar, se hace con la propiedad de La Manga, y tras una serie de malas pasadas,( litigios familiares, influencias políticas, intereses inmobiliarios...) este listo abogado pone en marcha el magnífico y rentable sueño (¡para sus bolsillos, claro!) de urbanizar la manga.


El primer sueño de Maestre Aznar era, en cierto modo, respetuoso con esta lengua de arena que emergía del mar. En la década de los sesenta pensó en invadir la manga por el lado del Cabo de Palos, sólo con 70.000 turistas. Y dejar la parte central de la barrera arenosa en su esencia natural y originaria. Pero los bolsillos avarientos, ya se sabe, son insaciables. Hoy, en la llamada temporada alta manguesa, se puede alcanzar la cifra de 300.000 residentes, (algunos dicen que puede haber hasta 500.000 visitantes). Y los 22 kilómetros de tierra se han llenado de hormigón, hierro, ladrillos, asfalto y cemento. Aquí no existe ninguna Ley de Costas. El Mar Menor es más menor que nunca; más cerrado que nunca. Incluso le han estrechado las golas por donde se alimenta, y han puesto puentes levadizos, que son cachos de carretera colgados sobre el mar, callado y quieto. Todo en el mar. Todo entre los dos mares. Aquí no hay primera línea de playa. Ni primera línea de costa. Aquí no existe ninguna Ley de Costas.

Para algunos, los ecologistas de GreenPeace son unos cabrones. Pero en otro sentido bien distinto. Por lo que tienen de inconvenientes: en sus denuncias, en sus protestas, en sus molestas conciencias de moscas cojoneras; y en sus alarmantes profecías ecológicas. Pues bien: estos cachondos han dicho que por culpa de las atrocidades de los hombres, y dentro del pervertido cambio climático, La Manga del Mar Menor tiene menos de cuarenta años de futuro. El mar Mayor traerá de nuevo otras corrientes, más bárbaras que las de los tiempos de los fenicios; y menos contemplativas. Y sumirá de una tacada unos cuantos metros de altura. De malecones, de puentes, de carreteras, de paseos adornados con palmeras; de casetas, casitas y casonas... Todo levantado en la nada en menos de un siglo.


Mientras llega este apocalipsis..., en este mayo de 2009 "hemos estado de vacaciones en La Manga". Algunos carteles nos lo anunciaban como un paraiso: para la tranquilidad, los paseos, los baños tíbios, el buen comer... y la contemplación de los atardeceres. Me quedo con todo. Casi todo en idéntico porcentaje. Casi todo, menos lo último. Los atardeceres son especiales. Tan especiales como si se sospechara que fueran los últimos. Como si fueran los últimos. Así de guapos:



Película
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Mas, "comamos y bebamos, que mañana moriremos"... Y comimos muy bien. En Paquebote. Gracias, amigos.


Pastel de cumpleaños

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