OJOS MIRONES


Me acuerdo de los cuentos que me contaba mi abuelo, mejor que "de lo que comí ayer". Alguna vez os he hablado de mi abuelo. En realidad, de mis dos abuelos. O de mis tres abuelos. Porque, como os decía una vez, yo tuve tres abuelos. Uno de regalo.

Mi abuelo paterno, - el de regalo - era un cuentacuentos de primera. Como mi abuela materna. Pero a distancias. A distancias de temas de los cuentos, de treatralización incorporada, de socarronería, y de guasa picante...

Llevo dándole vueltas a un cuento,- o a una pamplina graciosa -, de mi abuelo. Y no me desatasco. Cuando, de niños, nos quedábamos prendidos y sorprendidos de las palabras y de las obras de los mayores; y estos no querían que les espiáramos, o simplemente les miráramos, mi abuelo nos despachaba con una retahila de palabras algo parecido a esto:
¿Qué miras, ojos mirones? ¿Nunca has visto un gato con pantalones?

Pues así os quiero decir hoy a vosotros. Y no es que os quiera prohibir que me espiéis, o me sigais con la mirada. Simplemente, porque me he acordado de mi abuelo. Y de lo que comí ayer. Que no estoy tonto, todavía...



OJOS MIRONES

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Comentarios

  1. ¡Ay, qué suerte la mía! Me hizo recordar aquellas palabras de mi abuelo (más que palabras, enseñanzas de vida) que decían: "Al pan, pan; y al vino, vino". Pero lo que recuerdo más vivamente era la respuesta de mi abuela, la otra; no su esposa, sino la madre de mi padre (porque éste al que me refiero era el padre de mi madre). Ella siempre contestaba, con voz serena, como en un diálogo de teatro bien ensayado: "Sin atajos ni desatinos"...

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