VOLVEMOS A TRAER UNOS RELATOS DE 2021
“El momento de
sacar nuestro billete correspondiente es llegado ya. ¿Cómo he hecho yo una
sólida, una sincera amistad -podéis creerlo- con este hombre sencillo, discreto
y afable, que está a par de mí, junto a la ventanilla?
-¿Va
usted -le he preguntado yo- a Argamasilla de Alba?
-Sí
-me ha contestado él-; yo voy a Cinco Casas.
Yo
me he quedado un poco estupefacto. ¿Si este hombre sencillo e ingenuo -he
pensado- va a Cinco Casas, cómo puede ir a Argamasilla? Y luego en voz alta he
dicho cortésmente:
-Permítame
usted: ¿cómo es posible ir a Argamasilla y a Cinco Casas?
Él
se ha quedado mirándome un momento en silencio; indudablemente yo era un hombre
colocado fuera de la realidad. Y al fin ha dicho:
-Argamasilla
es Cinco Casas; pero todos le llamamos Cinco Casas...
Todos ha dicho mi nuevo amigo. ¿Habéis
oído bien? ¿Quiénes son todos? Vosotros sois ministros; ocupáis
los Gobiernos civiles de las provincias; estáis al frente de los grandes
organismos burocráticos; redactáis los periódicos; escribís libros; pronunciáis
discursos; pintáis cuadros; hacéis estatuas... y un día os metéis en el tren,
os sentáis en los duros bancos de un coche de tercera, y descubrís
-profundamente sorprendidos- que todos no sois vosotros (que
no sabéis que Cinco Casas da lo mismo que Argamasilla), sino que todos es
Juan, Ricardo, Pedro, Roque, Alberto, Luis, Antonio, Rafael, Tomás, es decir,
el pequeño labriego, el carpintero, el herrero, el comerciante, el industrial,
el artesano. Y ese día -no lo olvidéis- habéis aprendido una enorme, una eterna
verdad...
(Hasta aquí el entretenido
texto de Azorín con el que nos abre el apetito, en su obra magnífica “La ruta de Don quijote”.
***
Yo me imagino a un
hombre sencillo, discreto y afable; pero un poco socarrón, sentado ya en la
primera fila de los asientos, al lado del chofer de la tartana que hace cada
día el viaje entre León y San Miguel de Escalada. Sube al coche de línea,
pisando de un brinco el escalón de entrada, un hombre peripuesto, que parece un
maestrillo de escuela en su primer destino.
- ¿Va usted – le
pregunta al paisano – a San Miguel de Escalada?
- Sí - contesta el
hombre sentado -; yo voy a Valdabasta.
El joven viajero que acaba de llegar queda estupefacto (Diría mejor el pueblerino que “apamplao”).
Y piensa para sí -¿Cómo es que vaya a San Miguel de Escalada si va a
Valdabasta?. Y le dice en voz alta, con
cortesía:
- Permítame usted:
¿cómo es posible ir a San Miguel de Escalada y a Valdabasta?
El paisano
socarrón se quedó mirando, en un silencio hiriente, al maestrillo, para dejarle claro que no se enteraba
de nada. Y al fin dijo:
- San Miguel de
Escalada es Valdabasta; pero TODOS le llamamos Valdabasta.
“Todos -
siguió añadiendo el amigo
socarrón, recalcando sus palabras -
¿Habéis oído bien? ¿Quiénes son todos? Vosotros sois ministros; ocupáis los
Gobiernos civiles de las provincias; estáis al frente de los grandes organismos
burocráticos; redactáis los periódicos; escribís libros; pronunciáis discursos;
pintáis cuadros; hacéis estatuas... y un día os metéis en autobús de línea, os
sentáis en los duros bancos de un coche de tercera, y descubrís -profundamente
sorprendidos- que todos no sois
vosotros (que no sabéis que Valdabasta da lo mismo que San Miguel de Escalada),
sino que todos es Juan, Modesta, Ricardo, Pedro,
Roque, Alberto, Luis, Antonio, Rafael, Tomás, Agapito, Eleuteria, Elena, es
decir, el pequeño labriego, el carpintero, el herrero, el comerciante, el
industrial, el artesano. Y ese día -no lo olvidéis- habéis aprendido una
enorme, una eterna verdad...”
Esta conversación bien pudo tener lugar en años diferentes, con actores diferentes. Por ejemplo, que el pueblerino socarrón fuera el Tío Agapito Blanco, y que el señorito trajeado fuera Don Miguel de Unamuno, en aquella ocasión en la que fue sorprendido y acusado de furtivo, al colarse en el Priorato por una de las ventanucas que dan al saliente, porque quería ver las maravillas interiores del templo mozárabe y no encontrara a nadie que tuviera las “putas llaves”, para acceder como Dios manda.
Porque, amigos, Valdabasta y San Miguel de Escalada son dos
nombres distintos (pero unidos desde siempre) de un solo pueblo verdadero,
según aparece desde hace siglos en fueros, testamentos y documentos varios,
conocido por todos los paisanos de esta ribera del Esla como Val de San Miguel de Escalada y Valdabasta,
o simplemente Casas de Valdabasta.
En otro momento podríamos hablar de su etimología y toponímia, que lo avala…
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