EL ENIGMA DE LOS SONIDOS DEL SILENCIO

 EL ENIGMA DE LOS SONIDOS DEL SILENCIO



la irreverencia de la foto fue fruto de una mal educada progre,

que quisieron cargar de enigmático mensaje, ¿recuerdan?)

.
"Las abuelas era muy suyas. La mía, de Villacidayo, meaba en el corral, tan solo abriéndose de piernas, mientras esparcía el grano por el suelo y llegaban los pavos, las gallinas, las palomas, los conejos... Y yo, a través de esa imagen, años más tarde comprendí
el enigma de los sonidos del silencio...
Todo es aprovechar bien los recuerdos..."
- me dice hoy un poeta sabio, y amigo.
*
Voy a imaginarme la escena, para encontrar dónde está el enigma.
Amanece. Todo está casi oscuro. Y todo en un negro silencio. El corral debe despertar, porque el sol amarillea por el saliente del Valle de La Malena, y por encima de la casa de la Tía Adela.
La abuela ya bajó a la cocina hace un rato, y anda tocando un tintineo de cazuelas encima de la chapa, que va enrojando el fuego avivado de la económica.
Le entran las ganas, y sale al corral, casi palpando las esquinas del portal, donde ha de esquivar la pipa del vino en el rincón, y el carro mal aparcado que dejó ayer tarde el abuelo, casi en el medio. Mide a pasos la distancia justa, y se detiene, abriéndose de piernas. Se oye un tintineo en el corral. Una catarata amarillenta y cálida cae suavemente encima de una piedra. La abuela lleva en sus manos una lata de escabeche (pero sin escabeche), cargada, a tente bonete, de granos de cebada, y empieza a salpicar un corro a su alrededor, sin ruido apenas.
De la cuadra van saliendo las gallinas y los pavos. Ellas, revoltosas y dicharacheras; ellos, un poco cachazudos, socarrones, y pareciendo enfadados, con sus sonidos guturales en un mal gobernado coro. Acuden también las palomas, desde los nichos que tienen en los aleros del tejado, arrullándose unas a otras. Y acuden los conejos, temerosos al principio; pero confiados después, al ver que la algarabía es pacífica y provechosa.
La abuela sigue con la meada, sin apuro; casi sin ganas ya. No dice ni mu. Y tampoco dice ¡os!, para no espantar al vecindario del corral, que va creciendo en número. Pero sigue sonando un tintineo sobre la losa de su meadero; y alrededor, otros tilín tilín de granos en el corro. Y la lata de escabeche, en sus manos, se le queda vacía. Da una palmada en el culo de la lata, como si fuera una pandereta, y se produce una divertida algarabía en el corral: suma de sorpresas, miedos y sustos, por parte de la concurrencia.
*
Se puede uno preguntar qué ¿dónde está el enigma de esta historia?. Y ¿dónde está el enigma de los sonidos del silencio?
Pues para mí que lo sabía bien mi abuela (y la abuela del amigo poeta); y también los animales del corral. Un "enigma" es un suceso, una realidad casi impalpable, un comportamiento que no se alcanza a comprender, difícil de interpretar y más aún de entender. Como el silencio.
Y la "quisicosa" de esta historia enigmática está en la meada de la abuela. No en vano, los días que, apurada, salía al corral, sin tiempo para coger la lata de escabeche (quiero decir, de trigo), los comensales salían igual de presurosos y contentos, y bailaban alrededor de la abuela, abierta de piernas en el medio del corral.
Lo que demuestra que la simple meada no alimenta, pero resuelve los "enigmas del silencio", incluso sin sonidos aparentes.
©agf



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