Ayer entré en la alcoba de la abuela...



Ayer entré en la alcoba 
de la abuela.
Está intacta, desde el día 
de su muerte. 
Es una cámara colmada de secretos, 
- y no sólo de alcoba -, 
llena de olor en todos sus rincones.
Tiene en el centro, delante de la luz
que arrasa 
desde el balcón semiabierto,
una mesa cubierta de un hule azul y rojo,
y en el medio un búcaro cargado 
de flores de tela, blancas
y siemprevivas siempre.
Tiene la cama, ondulada por los años 
de vacío y de sueños,
entre dos mesitas mielgas
que guardan aún los orinales
del abuelo y la abuela. 

Tiene, en el rincón derecho,

un inmenso perchero,
que parece una araña al revés
colgada del alto techo
y tejiendo, tejiendo... 
Tiene una araña lámpara,
descolgada del techo,
con luz amortecida,
vestida
 de un jalde desvaído al paso de los años oscuros y vacíos. 
Y una llave de pera que no funciona 
desde que se fue la abuela. 
Y tiene un gran ropero
de nogal, recio, recio...
con un espejo en la hoja del centro.
Me asomé a los años
pretéritos,
por ver cómo éramos.
De las esquinas del espejo 
se habían caído ya las fotos: 
del viejo cura tío-abuelo cuando fue hasta Roma
a ganar no sé qué jubileo;  
del joven tío Rogelio con su "ebro" reluciente y nuevo;
de mamá, luciendo su espléndida belleza;
y de la última esquina,
el escapulario de la Virgen del Carmen... 
que ahora, no sé porqué, 
voy guardando en el pecho. 
Me miré en el espejo...
me quise mirar... pero su azogue está ya roto,
como un lago de hielo que ha cedido 
al peso de los pasos,
y al paso de los años...
y los besos. 
Unas venas blancas, secas, 
cruzan la superficie de su luna.
¡¡¡Faltan ya tantos de los míos!!!
Y me vi, con los mismísimos gestos
del abuelo, mojando los dedos en mis labios
para liar un cigarro de cuarterón en picadura
(y eso que yo no fumo);
del padre, tosiendo silicosis de las minas de Ciñera
(y eso que yo no pico 
los duros azabaches de mi tierra...
- ¡¡¡ya no los pica, ay, casi ninguno!!!);
del hermano, que se fue demasiado pronto...
hace bien poco;
y de la hermana, también muy presurosa,
y del sobrino, ay... también contra natura...
Y me entró el azogue en todo el cuerpo
Yo soy, desde ese espejo,
todo lo que fueron los míos;
y soy ellos ahora.
Me cuelga de los labios,
- como si fuera una arracada de plata,
bailarina -, 
un sobado pitillo...
(y eso que yo no fumo).
Mas, oh dulce esperanza de la vida que sigue
detrás de mí;
...detrás de mí,
en la alcoba,
ha entrado hoy mi nieto,
que me salva. 
¡¡¡Y lo ha revuelto todo!!!
         Y todo está 
                          ...patas arriba. 

(agf/08.03.2mil14)


  

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