POEMAS DE OTROS.- ODISEA DE UNA ESPIGA

"ODISEA DE UNA ESPIGA"





  • Poemas de Pedro Neftalí de la Varga, natural de Vega de los Árboles, León.

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    ***

    Me escribe el amigo Neftali, paisano de Vega de los Árboles, y residente en Gijón, donde desarrolló su actividad de profesor en el Instituto Jovellanos hace ya algunos años.
    Neftali, estuvo en el III Encuentro Poético, año 2012, con su recreación de la leyenda local de La cabra de San Bartolomé. 
    Es un entusiasta de lo local de esta tierra, y siente una poética nostalgia por sus recuerdos, en especial de su pueblo.


    Me envía algunos poemas, y me pide que los publique, en su nombre,  y en homenaje a su tierra, a la que gozó de niño, y que sigue llevando en el corazón y la memoria. 

    Desea que se recuerden y se conozcan. 

    ¡¡¡Sea!!!

    Dice Neftalí:

    UNO.- 

    (A mis padres y a los labradores de un ayer no muy lejano que vivieron esas faenas campesinas en los pagos del ESLA leonés)

    I
    Bajo el trillo somnoliento
    -al lento andar de las vacas-
    sufren su lento martirio
    las espigas flageladas.
    Espigas que fueron grano
    de oro, cuando en la otoñada
    el sembrador, pensativo,
    en otros oros soñara...
    Grano de oro que quedó
    sepultado en la besana
    a merced del crudo invierno,
    de la nieve y las heladas.
    Y, sin glosar el misterio,
    ¡resucitó una mañana...!

    I I
    ...Una yerbecita endeble
    que, al primer beso del alba,
    fue nutriéndose de soles
    y de misteriosas savias.
    Y, al sentir de Primavera
    la caricia azul y blanda,
    de la frágil yerbecita
    muy pronto surgió una caña
    arrullada por la brisa
    o por el viento azotada.
    Siguió bebiendo caricias
    de aguaceros y sol... Cada
    embriaguez de tibio néctar
    su vigor acrecentaba.
    Y, al despertar el verano,
    ya era una espiga lozana.

    I I I
    Con el albor de la aurora
    -canciones de madrugada-
    la hoz o la guadaña siegan
    las espigas ya logradas.
    Sobre el rastrojo erizado
    yacen las gavillas...
    Calla
    y se enluta en su dolor
    la que fuera espiga ufana.
    Y aprisionada en el carro,
    -al frescor de otra alborada-
    por el tortuoso camino
    su lento calvario escala.



    IV
    Ya el sol derrama impasible
    el aguijón de sus llamas
    sobre la era polvorienta.
    Ni un soplo de brisa...
    ¡Calma!
    Calma que sofoca el cuerpo...
    Calma que alucina el alma...
    Mientras el bálago hirsuto
    van pateando las vacas
    con su andar cansino, todo
    es sudor, sed y galbana.
    Galbana que se hace plomo...
    sudor y sed que se mascan.
    De cuando en cuado unos mozos
    -grandes sombreros de paja-
    con sus horcas de madera
    remueven la enjuta parva...
    Y en la densa polvareda
    semejan locos fantasmas.
    Es la hora de la siesta.
    El sol plomizo desgrana
    sus destellos cegadores
    y sus ardorosas dagas
    sobre la gente que trilla
    y sobre la yunta exhausta.
    Y, a la sombra escueta y breve
    de los carros de labranza
    -grama seca o tierra dura,
    fatiga, tedio, desgana-
    el labriego, sudoroso
    y adormecido, divaga...
    Por su mente entumecida
    desfilan ya hechos hogazas
    de pan tierno y oloroso
    los oros que ayer soñara.
    Y, bajo el trillo indolente,
    siguen plañendo su larga
    letanía de sollozos
    las espigas flageladas.

    Gijón, l3 de Mayo de 1.999

    ***************************************

    DOS.- 


    GOLONDRINA

    I
    ( Ya llegaron...)
    Cuando los niños las vieron,
    una explosión de alegría
    se fundió en un solo grito:
    “¡Llegaron las golondrinas!”
    Eran sólo las primeras
    que anunciaban su venida,
    posadas en el alero
    de una casona vecina.
    Las miraban boquiabiertos
    esbozando una sonrisa...
    -“ San José las ha guiado
    con su vara florecida...”
    -clamó el niño más pequeño
    con firme voz cristalina-
    “…Ya veréis cómo mañana
    están todas reunidas
    en el tejau de la iglesia
    celebrando su venida.
    Si San José las bendice,
    dicen que uno de estos días
    llegará la primavera
    por la ermita de allá arriba...”
    - Quedó su dedo en el aire
    como una flecha cautiva...
    Y un haz de limpias miradas
    volaba hacia la colina,
    cuando quebró aquel silencio el
    Ángelus del mediodía -.

    II
    (Anidando...)
    El mensaje se ha hecho alas
    de luz y color. La aldea
    recibe el cálido aliento
    del campo que reverbera.
    Y el viejo nido colgado
    del alero de la escuela
    rebosa de nueva vida
    tras una alargada ausencia.
    El milagro se ha logrado
    en cuatro marfíleas perlas
    que ayer, en cálido lecho,
    ocultaban su promesa,
    y hoy ya son tiernos polluelos
    en voraz efervescencia.
    Con el albor de la aurora
    la golondrina despierta
    y con blandas sacudidas
    sus alas se desperezan,
    mientras su plumaje bebe
    la última luz de una estrella.
    Y oteando el horizonte
    su prez matinal gorjea.
    Pronto, el aire transparente
    surca su oscura silueta,
    persiguiendo el alimento
    en atrevidas piruetas.
    Rauda, su cebo logrado,
    vuelve al nidal que la espera
    Sus llegadas repetidas
    despiertan la efervescencia
    y el revuelo clamoroso
    de la nidada, que anhela,
    como venido del cielo,
    el maná que la sustenta.
    Uno tras otro, los días
    dibujan la misma escena
    de veloces incursiones,
    - audaces idas y vueltas –
    que los polluelos acogen
    con bulliciosas peleas..
    Los niños ya no las miran;
    - rutina es indiferencia -.

    III
    (Ya vuelan...)
    Pero un día luminoso
    de calores veraniegas,
    en torno al nido, la larga
    monotonía se quiebra.
    Al llamado de los padres
    que vigilan desde afuera,
    del nido de barro surgen
    cuatro tímidas siluetas:
    - plumaje negro azulado,
    alba mancha en la pechera -.
    El entorno se transforma
    en una entrañable escena
    de trinos entrecortados
    y de tímidas piruetas...
    Los golondrinos devienen
    golondrinas mensajeras
    de primaveras de amores
    o de otoños grises…
    Mientras
    los niños paran sus juegos
    en el patio de la escuela
    y, ebrios de alegría, exclaman:
    “¡ Hurra ¡ ¡Ya vuelan, ya vuelan¡”

    IV
    ( Mensaje )
    Luz cegadora. Sopor.
    La tierra duerme. El sol arde.
    La aldea sueña. Y es todo
    silencio...Pero a la tarde,
    cuando el sol templa sus fuegos
    y sopla una brisa suave,
    en riente epifanía
    se impregna de vida el aire:
    Un collar de oscuras sombras
    se desensarta y esparce
    sus dardos enloquecidos
    en imposibles virajes,
    plisando el azul que vierte
    su palidez en el aire
    e interpretando una danza
    loca de estrellas fugaces...
    Seguid, raudas golondrinas,
    escribiendo en esos mares
    sin costas la melodía
    vieja de un viejo romance
    de gorjeos y conquistas...
    Que esos vuelos circulares
    dejen grabado en el disco
    insonoro de la tarde
    los recuerdos que mi aldea
    guardará de tu mensaje.

    V
    ( Instinto )
    Cuando el otoño dibuja
    cielos de tenues celajes,
    la campiña amarillea
    y pierde su brillo el aire...
    Cuando los niños retornan
    cabizbajos a la escuela
    en septiembre, y la otoñada
    impregna de olor la aldea...
    Cuando juega con el viento
    la golondrina, o sacuden
    sus alas el agua inquieta
    que en el arroyo discurre;
    o se emborracha de soles
    o conversa con las nubes.
    Cuando en su mirada inquieta
    se traslucen instintivas
    nostalgias de horas presentes
    o ensueños de lejanías.....
    Es que ya ha llegado el tiempo
    de iniciar el gran retorno
    a otros nidos no olvidados
    o a otros parajes ignotos.

    VI
    (Y ya se van...)
    Una tarde, cuando el sol
    envuelto en tenues neblinas
    bañaba en áureos celajes
    la Ermita de la colina,
    en los cables aledaños
    al alero de la escuela
    incontables golondrinas
    se posaron bullangueras.
    Entre tensos aleteos,
    de sus gargantas salía
    monótono e insistente
    un salmo de despedida;
    salmodia que desgajaba
    versículos repetidos
    en altibajas cadencias:
    gorjeos sordos y trinos
    agudos, que se alargaban
    en calderón dolorido...
    ...Los niños escuchan quedos
    y se dicen apenados:
    “¡Ya se van las golondrinas
    pa los pueblos africanos!”
    Y el más pequeño sentencia
    con firme voz cristalina:
    “-Al ser de día, mañana
    marcharán por la colina”;.
    y rimó el viejo cantar
    de los viejos del lugar:
    “Golondrina mensajera
    de otoños y primaveras,
    San Cristóbal guía tu marcha
    con el remo de su barca,
    y San José tu venida
    con su vara florecida”-


    .
    ……………..
    En los cables del alero
    se hizo el silencio... Los niños,
    entristecidos, se fueron...
    Y en la calma del camino
    se oyó el repique sagrado
    del Ángelus vespertino.

    Gijón, Abril de 2002

    ***********************************
    TRES.-

    “ Les dolía en los ojos un paisaje, compañero de
    siempre, inefable testigo de sus vidas”
    ( A. Marcos Oteruelo, en “Crónica del Esla” )

    VEGA SIN ÁRBOLES (Elegía)
    ( Lo que la Concentración Parcelaria se llevó)
    No hay descripción de la foto disponible.
    I
    En un otoño apacible
    el resoplar de las máquinas
    demoledoras rompió
    la bucólica bonanza
    de siglos... Sobre el regazo
    de estas vegas solidarias
    la bandera del “progreso”
    abrió su implacable marcha...
    Y en la placidez sonora
    que un terso horizonte encuadra
    soplaron vientos airados
    y brisas enmascaradas.
    La que era de Árboles Vega
    frondosa e idílica estampa
    de prados, sotos, plantíos
    y de las aves morada
    se ha transformado en reducto
    de una llanura sin alma.
    II
    La memoria de ese entonces
    me obliga a romper fronteras,
    - que el corazón enjaulado
    en el tiempo se rebela -.
    Te veo tal como hoy eres
    e indiferente me dejas.
    Te veo como ayer fuiste
    y mi mente se subleva.
    Te miro tal como hoy eres,
    mas te siento como eras
    en ese ayer tan cercano
    cuya visión me sosiega;
    - que visión y sentimiento
    sólo a ese ayer van parejas -.
    Ese ayer que me ha dejado
    de sus ecos la serena
    melodía, y de su ser,
    la imagen, en que belleza
    y armonía de paisaje
    acunaron la leyenda
    que los siglos alumbraran
    en tu plácida existencia.
    Belleza y paz...Cuando al alba
    o al ocaso, las choperas,
    el negrillar, los nogales,
    los fresnos y las paleras
    en sus luces temblorosas
    se bañaban... Cuando , apenas
    nacido el día, el labriego
    en la otoñal sementera
    siembra sus campos; o siente
    al llegar la primavera,
    gozoso, el débil latido
    de las espigas que medran.
    Y al estío, en los dorados
    trigales que el sol encera,
    cosecha sus esperanzas
    de madrugada en la siega...
    Cuando las brisas vernales
    acariciadoras peinan
    el verde nuevo que viste
    las desnudas arboledas
    y estampa su beso cálido
    en las túrgidas praderas,
    tapizándolas de flores
    y aromas de primavera...
    Cuando a la aldea dormida
    entre la umbrosa floresta
    llegan, de espliego y tomillo,
    los perfumes de la cuesta...
    Cuando el lecho murmurante
    de los regueros serpea
    en idílica andadura
    con senderos y callejas...

    ...Todo son vivos recuerdos,
    imágenes que alimentan
    de mi alma enternecida
    la nostalgia y la querencia.



    III
    Tesoros que prodigó
    la madre naturaleza
    y que el hombre ha sepultado
    en un pasado sin vuelta...:
    El albo espino florido
    y el zarzal de rosa etérea
    que el otoño, de majuelos
    y agavanzas colorea.
    Las “sogueñas” trepadoras,
    la olorosa madreselva
    que entre el tupido ramaje
    o en las sebes culebrean.
    Aferrada a un viejo tronco
    o asida a una tapia vieja,
    su perenne verde oscuro
    lustroso luce la hiedra.
    Los lampiños endrinales
    espinosos, las higueras,
    los brunales y cerezos
    silvestres, que en su pureza
    el cansado viandante
    y las aves saborean.
    Las mimbreras lujuriosas,
    la sufrida “cabicuerna”,
    el maloliente saúco
    y la rojiza “sangrera”.
    El carrizal aguanoso
    de bella flor gualda. Y cerca
    los berros bañando el tallo
    en la fuente de agua fresca.
    El frágil junco que gime
    con el viento en la junquera;
    y escondidas en las lindes
    del prado, las acederas...
    ... Toda tu flora ha pasado,
    frondoso vergel de Vega
    de los Árboles, a ser
    dato de archivo o leyenda.
    ¿Y tu fauna...? ¿Adónde han ido
    a hacer sus nidos las pegas?
    ¿En qué tronco de árbol viejo
    el“relinchón” carpintea?
    ¿En qué escondido follaje
    su canto triste gorjea
    el tímido ruiseñor?
    ¿En qué matorral airea
    el jilguero cantarín
    los arpegios de su lengua?
    ¿Su penacho presuntuoso
    en qué regato lo peina
    la abubilla? ¿Dó zurean
    la paloma arrulladora,
    la tórtola mañanera?
    ¿Desde qué nido usurpado
    del cuco atrevido suena
    madrugador e insistente
    su canto a la primavera?
    ¿En qué sebe o espesura
    anida el mirlo? ¡En qué eras
    la bandada de pardales
    bulliciosos picotea?
    ¿De qué nocturna morada,
    rompiendo el silencio, llega
    el quejido lastimoso
    de la lechuza agorera?
    ¿Y el chirrido porfiado
    del grillo? ¿Y la bullanguera
    rana croando en la noche?
    ¿Y el graznido en las choperas
    de los cuervos enlutados...?
    Todo se fue... Nada queda.
    IV
    Vivo raudal de energía,
    - como dos gruesas arterias -
    entre la cuesta y el río
    discurrían las dos presas
    que a lo largo de los siglos
    dieron vida a esta ribera.
    “Presa Grande” y “de las Viñas”
    las llamaban. Y su huella
    hoy ha quedado borrada...
    Sólo la historia lo cuenta.
    En edénica armonía
    secular, la humilde aldea
    en su lecho de esmeralda
    fue escribiendo la leyenda
    al amparo de su río
    y al cobijo de la iglesia.
    Las campanas de la torre
    - alegres o plañideras -
    iban señalando el ritmo
    diario de su existencia.
    Hasta el molino ha olvidado,
    triste, el girar de su muela...
    El pan que hoy comen sus hijos
    harina es de otra molienda.
    V
    La que fuera una frondosa,
    idílica, feraz Vega
    es hoy la deforestada
    y anónima paramera
    que contemplan nuestros ojos
    con nostalgia. Es la osamenta
    de un paraíso perdido...
    Aquella verde belleza
    es ya sólo el eco sordo,
    marchito de una leyenda.

    Vega de los Árboles,
    31 de Julio de 2002


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    *****


    CUATRO.- 


    CON EL ALBA FRÍA

    El villancico, tal y como hoy lo concebimos, es "una canción sencilla destinada a ser interpretada durante las fiestas de Navidad". Pero esto no fue siempre así. En sus orígenes, en el siglo XV, ( y más atrás si lo emparentamos con los zejeles y las jarchas andalusíes y mozárabes...), "villancico" fue un término empleado para designar a una composición poética de carácter "popular". No en vano lleva en su nombre el componente de VILLA...
    Literariamente consiste en un estribillo de tres versos, unas coplas de cuatro, uno o dos versos de enlace y repetición de los últimos versos del estribillo, que reciben el nombre de vuelta. El estribillo conforma una sección musical, a la que podemos llamar A; los dos primeros versos de las coplas poseen una música diferente, a la que podemos llamar B. Después de estas se repite la música del estribillo. Por lo tanto,la estructura final podría ser: Abba ...
    A mí, el villancico de nuestro amigo Neftalí me parece genial. En todos los sentidos.
    (Alfredo Escalada)



    CON EL ALBA FRÍA 

    (Villancico) 



    Con el alba fría 

    llegó, con el alba... 
    La tierra tirita; 
    el cielo está en calma. 

    Llegó sigiloso 
    cual sol mañanero
    que al verter sus oros
    ríen tierra y cielo.

    Los ángeles, sones
    de gloria entonaron.
    Humildes pastores
    fueron a adorarlo.

    Que nació criatura
    siendo Creador;
    que una Virgen pura
    a Dios alumbró.

    Con el alba fría
    llegó... Con el alba
    la tierra alucina
    y el cielo se pasma...

    Que al que ven los dos
    es el Hombre-Dios.


    (Navidad 2007)
    Pedro Neftalí de la Varga 
    ...



    (ver el siguiente vídeo, a pantalla completa)


    VÍDEO

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