Las estaciones de la vida
***
En primavera fuimos matorral vigoroso
bajo un viento encendido,
tormenta de relámpagos amables.
En verano, como un sol, se fueron expandiendo
las palabras-santuario,
los cuerpos como bosques,
y se abrió el sagrario de creer
que somos algo más
que luz que pasa.
Otoño maduró
cuanto sembramos bien y con paciencia,
trajo frutos hermosos, el milagro
de las palabras como racimos de oro
y corrompió voraz las hojas muertas
de las horas perdidas.
En el invierno de la vida
buscamos, en posada apacible
donde arda un buen fuego,
ese vaso de vino
que concede un instante
cuanto hemos soñado:
el don de rescatar una verdad, tan sólo
una verdad humilde, mas segura:
que ya estamos a punto
de abrir (quizá) la noche
de un círculo cerrado.
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En primavera fuimos matorral vigoroso
bajo un viento encendido,
tormenta de relámpagos amables.
En verano, como un sol, se fueron expandiendo
las palabras-santuario,
los cuerpos como bosques,
y se abrió el sagrario de creer
que somos algo más
que luz que pasa.
Otoño maduró
cuanto sembramos bien y con paciencia,
trajo frutos hermosos, el milagro
de las palabras como racimos de oro
y corrompió voraz las hojas muertas
de las horas perdidas.
En el invierno de la vida
buscamos, en posada apacible
donde arda un buen fuego,
ese vaso de vino
que concede un instante
cuanto hemos soñado:
el don de rescatar una verdad, tan sólo
una verdad humilde, mas segura:
que ya estamos a punto
de abrir (quizá) la noche
de un círculo cerrado.
(Antonio Colinas, "Canciones para una música silente". Siruela)
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