¡¡¡A León lo están haciendo astillas!!!
Recuerdo que sería por los años 60 ó 70 del siglo pasado. En esta casita baja, al lado de los Cubos, hubo un pequeño local donde tenía montado Tomás su almacén y su "fabrica de astillas", con el nada original nombre de "Astillas Tomás".
Tomás, que además era carbonero, repartía todos los días por las casa de León, en su "isocarro" verde, paquetines de astillas, cogidos por unas gomas, en forma de cilindros de no más de diez centímetros de altura y de un diámetro de menos de siete. Así cabían perfectamente en las hornillas de las cocinas económicas, que calentaban las casas humildes, y atizaban los pucheros, aún más humildes...
En una parte del local había una gran pila de tablas, generalmente de chopo; una mesa larga con una sierra (al principio de pedal, y más adelante eléctrica) para ir troceando las tablas en rectángulos iguales de unos diez centímetros; y en el centro de la sala dos taburetes al lado de dos grandes troncos de alguna madera más resistente que servían de tajo. Y varias hachas pequeñas, afiladas y limpias.
Allí se pasaban horas y horas de la mañana Tomás y Miguel, cortando con paciencia y maestría milimétrica las tablas, hasta conseguir palitos, que pasaban a formar una montaña en el otro rincón de la sala. De ese montón iban cogiendo las astillas regulares, y en un pequeño mostrador donde tenían montados varios cubos iban embutiendo los palos en paquetes, que luego eran atados por una goma. Cargaban estos paquetes en la caja del "isocarro", y hala: a repartir...
En esta "modernidad", o en el "progreso" de estos tiempos que corren, todo nos estorba. Y sobre todo parece que nos molesta todo lo viejo; lo antiguo; lo que alguna vez tuvo historias, e historias entrañables. Como la de esta casita de este León que ya no vuelve...
¡¡¡Ay, astillas de Tomás!!! ¡¡¡Ay Miguel, el astillero!!!
(© agf)
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