aplauso a la poesía


Soñaba yo anoche
que estaba en un teatro imaginario.
Estaba en mi;
en mi íntimo escenario
imaginable. Tan etéreo y sutil
como es mi necesitada y atrevida ignorancia.
En medio del plató
estaba, en si, un hombre ensimismado;
con el corazón sangrando por la boca;
y con los ojos bien cerrados.
En la platea 
estábamos sentados
- estaba yo también, sentado en la platea -
quinientos ojos semiabiertos,
pero dispuestos para el entusiasmo, 
- dicho sea "entusiasmo" como las ganas de estar en dios,
que es lo más exacto. 
Un susurro salió de la boca del vate
solitario;
fue un rumor suave, el murmullo, 
que hacen las verdades, en los lábios,
al salir.
Y abajo, todos quedos,
suspendidos de las coloridas bambalinas
que de su boca se escapaban, descolgando... 
Nadie preguntó su nombre.
"Es la poesía sin nombre..." - me decían los vecinos
de los asientos, dándome codazos.
Yo entreabrí los ojos, idos, 
perdidos
en la pureza sin nombres y sin  firmas;
y noté que mis manos estaban palmoteando
aprobaciones generales
en un cerrado aplauso,
que terminó siendo un aplauso cerrado.

Miré el programa de mano

de mi mano.
Simplemente ponía: "Hoy, con todos ustedes, LA POESÍA".




(agf/07.04.2mil14) 

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