Dora y Guido tienen un hijo: Giouse. Un niño extremadamente listo y vivaracho, que los hace muy felices. Guido es judío, y tiene una librería , donde los nazis le obligan a poner un cartel como este: "no se deja entrar ni a judíos ni a perros". ¿Cómo explicar eso al hijo de un judío?. Guido, desde su sencillez y su locura,- y también desde su alegría contagiosa y enamorada -, lo hace así:
- A ver, dime: ¿qué no te gusta a tí?
- Las arañas, papá.
- Pues a mi no me gustan los visigodos. Así que pondremos un cartel muy grande en la librería que ponga "no se permite entrar ni a las arañas ni a los visigodos", ¡que a mi me caen muy mal!…
- Pues a mi no me gustan los visigodos. Así que pondremos un cartel muy grande en la librería que ponga "no se permite entrar ni a las arañas ni a los visigodos", ¡que a mi me caen muy mal!…
Las peripecias de la película son dramáticas. Deberían ser tristes, necesariamente. Pero Guido las hace divertidas. En todas las situaciones, – sobre todo en las malas -, salta esa frase de amor. Por todas partes: ¡Buenos días, princesa!
A mí me caen muy mal los visigodos, las arañas y los nazis. Y me encantan los perros; y las judías verdes, con tomate. Y también me gusta mucho la vida sencilla y loca. Adoro a Dora. La tengo, a pesar de todas las peripecias de la vida. Voy a aprender a decirle cada día; en todas las situaciones; por todas partes; y hasta la saciedad : ¡Buenos días, princesa!

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