

...
Corresponsal desde Las Cortes:
Iba yo ayer, a mediodía, caminando desde la Puerta del Sol por la carrera de San Jerónimo, en Madrid. Al llegar a la altura del Palacio del Congreso de los Diputados decidí entrar en un café coqueto que queda en la calle de Santa Catalina. En la barra servían los vinos de la mañana, y las cañas de cerveza ponían bigotes en las caras de los parroquianos, entre murmullos.
En un rincón, camino de los aseos, había una pareja de jóvenes (él y ella), sentados a una mesa, con un juego del Scattergories abierto encima del tablero. Ella parecía la sufridora, la paciente. Él, se había levantado, un poco caliente, Y gritaba, por encima del murmullo de la barra: "El juego es mío. Y si no aceptas pulpo como animal de compañía, me lo llevo".
No sé cómo acabó aquello. Salí a la calle. Era la hora en que los niños acompañan a los abuelos, al salir del colegio. (¿O es al revés?). Ahora los niños parecen más maduros. Sólo parecen. Hablan como viejos. Un renacuajo de unos cuatro años, le decía a su abuelo, serio, muy serio "Abuelo: es que tú no eres nada razonable". El resignado viejo, (cuando él era padre de niños pequeños nunca hubiera aguantado esos humos, por supuesto...) le contestó: "¿Por qué lo dices, hijo?". El principito siguió diciendo, displicente: "¡Porque no me das la razón, abuelo!"
La Carrera de San Jerónimo se había llenado de diputados, jugando al Scattergories por la calle, y llevando de la mano a sus abuelos...
Corresponsal desde Las Cortes:
Iba yo ayer, a mediodía, caminando desde la Puerta del Sol por la carrera de San Jerónimo, en Madrid. Al llegar a la altura del Palacio del Congreso de los Diputados decidí entrar en un café coqueto que queda en la calle de Santa Catalina. En la barra servían los vinos de la mañana, y las cañas de cerveza ponían bigotes en las caras de los parroquianos, entre murmullos.
En un rincón, camino de los aseos, había una pareja de jóvenes (él y ella), sentados a una mesa, con un juego del Scattergories abierto encima del tablero. Ella parecía la sufridora, la paciente. Él, se había levantado, un poco caliente, Y gritaba, por encima del murmullo de la barra: "El juego es mío. Y si no aceptas pulpo como animal de compañía, me lo llevo".
No sé cómo acabó aquello. Salí a la calle. Era la hora en que los niños acompañan a los abuelos, al salir del colegio. (¿O es al revés?). Ahora los niños parecen más maduros. Sólo parecen. Hablan como viejos. Un renacuajo de unos cuatro años, le decía a su abuelo, serio, muy serio "Abuelo: es que tú no eres nada razonable". El resignado viejo, (cuando él era padre de niños pequeños nunca hubiera aguantado esos humos, por supuesto...) le contestó: "¿Por qué lo dices, hijo?". El principito siguió diciendo, displicente: "¡Porque no me das la razón, abuelo!"
La Carrera de San Jerónimo se había llenado de diputados, jugando al Scattergories por la calle, y llevando de la mano a sus abuelos...
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